En la tranquila sala de Javier, el sonido de un reloj de pared marcaba el ritmo pausado de la sesión. Santiago, con el ceño fruncido y un café casi intacto entre las manos, buscaba las palabras para expresar lo que sentía.

Javier ya le había advertido a Santiago que pusiera en práctica aquello que creía que le pudiera hacer mejorar, ya que el conocimiento de las cosas no suele cambiar el comportamiento en las actuaciones. O dicho de otra forma, el conocimiento sin acción es simplemente información. Mientras que el conocimiento con acción es transformación.

—Javier, llevo días pensando en esto: ¿qué más esperan de mí? En el trabajo cumplo con mis tareas y entrego los proyectos a tiempo. En casa, hago lo que mi pareja necesita. Y aun así, siento que no es suficiente.

Javier lo miró con atención y, tras unos segundos, respondió con calma.

—Santiago, si quieres cambiar tu vida un poquito, cambia lo que estás haciendo. Si la quieres cambiar mucho, cambia tu forma de pensar. ¿Alguna vez te has preguntado si estás cumpliendo con lo que se espera de ti o si realmente estás comprometido con lo que haces?

—¿Cumplir o comprometerse? ¿No es lo mismo? —preguntó Santiago, confundido.

—No, para nada. Cumplir, comenzó Javier, es cuando haces lo necesario para satisfacer una expectativa externa. Es como acatar las normas de tráfico cuando conduces: alguien espera algo de ti, y tú obedeces. Nadie te va a premiar por ello. Pero aquí está el detalle: el cumplimiento generalmente busca evitar problemas, no necesariamente lograr algo significativo. Y la vida no es hacer lo que tienes que hacer, es dar sentido a lo que haces. sumando habilidad y profundidad

Santiago inclinó la cabeza, pensativo.

—¿Te refieres a que cumplo para que nadie me diga nada o me castigue?

—Eso lo sabrás tú, comentó Javier para no juzgar. En el trabajo, por ejemplo, cumples con tus responsabilidades para no tener conflictos con tu jefe. En tu relación, haces lo que sabes que evitará discusiones y así creerás que tendrás estabilidad emocional. Pero aquí hay un problema: el cumplimiento no siempre genera satisfacción personal. Si no dominas las habilidades emocionales, si no eres capaz de controlar tus emociones estresantes, si no puedes tener empatía y relaciones efectivas, entonces no importa lo inteligente que seas; no vas a llegar muy lejos

Cuando lidias con personas recuerda que no estás lidiando con criaturas de lógica si no con criaturas de emociones. Primero gánate el corazón y solo después la cabeza.

Santa Catalina lo expresó así; del corazón a la inteligencia es más fácil el camino que de la inteligencia al corazón

Santiago suspiró.

—Eso es justo lo que siento. Como si hiciera todo por inercia, por obligación y para evitar conflictos

—Porque cumplir es, en muchos casos, automático —dijo Javier—. Es una respuesta casi mecánica: “¿Qué tengo que hacer para salir del paso?” Pero no te conecta con un propósito mayor, y eso es lo que lo hace tan vacío. Pero piensa que no es lo que hago, sino cómo lo hago lo que te engrandece como persona

—Entonces, ¿qué es comprometerse? —preguntó Santiago.

—Comprometerse es dar lo mejor de ti porque crees en lo que estás haciendo. No lo haces sólo para cumplir con los demás, sino porque encuentras sentido y valor en esa acción. Y te acercará al entusiasmo, que viene del griego “entheos”  Dios dentro de mí y que nada tiene que ver con la euforia, que significa estar fuera de mí. Uno está dentro, otro está fuera. Uno permanece, otro es pasajero.  El entusiasmo es lo que provoca la sensación permanente de alegría, que es la perfección interior de que algo se está expandiendo, y que sucede siempre a la generosidad, que no es sino el pegamento que une a las personas, lo que de verdad hace que hagamos las cosas sin pensar en el beneficio posterior que podamos recibir.

Javier hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran. Sabía del valor de sus silencios y de la reflexión. En un mundo que va muy acelerado necesitamos un viaje interior, estar dispuesto a hacer un trabajo desde dentro para transformar nuestra forma de ser, para que no intentemos cambiar a los demás, sino empezar el cambio en nosotros mismos. Vamos tremendamente acelerados sin pensar si lo que hacemos hoy nos acerca al sitio donde queremos estar mañana.

—En el trabajo, comprometerse significa no solo entregar los proyectos a tiempo, sino asegurarte de que estén bien hechos porque te importa la calidad de lo que produces. En tu relación, el compromiso implica vivir activamente, estar presente y trabajar en los problemas, no solo evitar conflictos

El compromiso siempre es y sólo a uno mismo, es sentirse responsable, desafiarse a uno mismo sacando su mejor versión.

Y cuando uno se siente comprometido, es cuando hace crecer todo lo que tiene a su lado, incluyendo a su empresa. Los que logran resultados, no son los involucrados, ni los leales, sino los comprometidos

Santiago frunció el ceño.

—Pero eso suena agotador, como si siempre tuviera que dar el 100%.

Javier sonrió.

—No se trata de hacerlo perfecto todo el tiempo, Santiago. Comprometerse no es hacer más por obligación, sino conectar tus acciones con un propósito personal. Por ejemplo, si en el trabajo estás comprometido con crecer como profesional, darás tu mejor esfuerzo no porque alguien te lo exija, sino porque sabes que eso te acerca a tu objetivo.

Santiago miró a Javier, aún con dudas.

—Pero cumplir es más fácil, ¿no? Es menos trabajo y menos desgaste emocional.

—Sí, es más fácil —admitió Javier—. Pero también tiene consecuencias.

—¿Qué tipo de consecuencias?

— No podemos mejorar lo que hacemos si antes no mejoramos lo que somos, sentenció Javier.  Primero, cuando solo cumples, rara vez te sientes satisfecho. Dedicamos mucho tiempo a cómo trabajar mejor y muy poco a cómo ser mejores personas. Cumplir es hacer lo mínimo necesario, y eso no llena. En segundo lugar, con el tiempo, los demás pueden percibir esa actitud como indiferencia. Nos han educado para ser productivos, no humanos, No estamos educados para vivir, sino para sobrevivir.

Santiago asintió, recordando las conversaciones con su pareja que parecían repetirse.

—Ella me dice que está cansada de sentir que hago las cosas «porque toca», no porque quiero.

—Ese es un claro ejemplo de cómo cumplir puede erosionar una relación —dijo Javier—. En cambio, el compromiso demuestra que realmente te importa, que estás dispuesto a invertir tiempo y esfuerzo porque crees en la relación.

—¿Y cómo hago para comprometerme más? —preguntó Santiago.

Javier sonrió, como si esperara esa pregunta.

—Primero, necesitas conectar tus acciones con un propósito. Pregúntate: ¿para qué hago esto? ¿Qué quiero lograr?

Santiago tomó nota mental mientras Javier continuaba.

—Segundo, reflexiona sobre tus valores. Por ejemplo, si valoras la honestidad, ¿estás siendo honesto contigo mismo al trabajar en algo que no te apasiona? Si valoras la cercanía emocional, ¿estás actuando en consecuencia en tu relación?

—Eso suena más profundo de lo que pensaba —admitió Santiago.

—Porque lo es —respondió Javier—. Comprometerse no es fácil. Requiere reflexión, intención y esfuerzo consciente. Pero el resultado vale la pena: más satisfacción, mejores relaciones y una vida más auténtica.

—Entonces, ¿el compromiso tiene un impacto mucho mayor que cumplir?

—Sin duda —respondió Javier—. El compromiso transforma. En el trabajo, los empleados comprometidos son más productivos, creativos y felices. En las relaciones, el compromiso crea vínculos más fuertes, duraderos y significativos. Y a nivel personal, te ayuda a vivir con propósito y satisfacción.

Javier hizo una pausa.

—La clave está en recordar que el compromiso no es una obligación externa. Es una elección consciente que haces porque entiendes el valor de tus acciones.

Santiago se quedó en silencio unos momentos, y luego sonrió ligeramente.

—Creo que ya sé por dónde empezar.

Javier asintió, satisfecho.

Al final de la sesión, Santiago se sentía más claro y motivado.

—Entonces, lo que debo hacer es dejar de operar en piloto automático y comprometerme realmente, tanto en el trabajo como en mi relación.

—Correcto —dijo Javier—. Sacar tu mejor versión no es algo que se logre de la noche a la mañana. Es un proceso constante que requiere intención, esfuerzo consciente y conexión con tus valores.

 

José Pomares

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