Del vacío a la claridad
Santiago llegó al despacho de Javier con el gesto cansado y los hombros caídos. Parecía arrastrar un peso invisible que no solo se notaba en su postura, sino también en la forma en que respiraba, como si cada inhalación fuese una lucha. Se dejó caer en el sillón y permaneció en silencio unos segundos antes de hablar.
—Javier, estoy agotado… —dijo al fin, con voz apagada—. Siento que no sé cómo liderar mi vida. En el trabajo me cuesta guiar a mi equipo, en casa mi pareja me reprocha que no soy capaz de tomar decisiones, y conmigo mismo… —hizo una pausa— conmigo mismo siento que me pierdo. Me frustro, me lleno de ansiedad, y a veces pienso que lo mejor sería dejarlo todo, desaparecer, empezar de nuevo en otro lugar donde nadie me conozca.
Javier lo escuchaba sin interrumpirlo, sosteniendo su mirada con serenidad.
—Entiendo lo que me cuentas, Santiago —respondió finalmente—. Lo que describes no es solo cansancio, es una desconexión profunda contigo mismo. Lo curioso es que muchas veces pensamos que liderar es mandar o tener respuestas para todos, pero en realidad el liderazgo empieza con la capacidad de dirigirnos a nosotros mismos. Si no aprendemos a sostenernos, a poner límites, a reconocer lo que necesitamos, es imposible hacerlo con otros.
Santiago bajó la mirada, apretando las manos contra sus rodillas.
—Yo nunca he sabido decir que no —confesó—. Ni en el trabajo ni en casa. Siempre cedo, siempre me adapto. Y eso me hace sentir invisible, como si lo que yo quiero no tuviera valor. A veces pienso que estoy deprimido, porque me siento solo, atrapado, sin salida.
Javier asintió lentamente.
—La soledad que sientes, Santiago, no siempre significa estar sin compañía, sino estar desconectado de ti mismo. Cuando vivimos para complacer a los demás y nos olvidamos de lo que realmente necesitamos, se genera un vacío interior. Viktor Frankl decía que el ser humano puede soportar casi cualquier circunstancia si encuentra un sentido para vivir. Lo que ocurre contigo es que aún no has descubierto cuál es tu “para qué”. Y mientras ese propósito esté difuso, todo lo demás se convierte en carga.
El rostro de Santiago se iluminó un poco al escuchar aquello.
—Entonces, ¿crees que no estoy destinado a hundirme en la depresión? —preguntó con un destello de esperanza—. Porque, sinceramente, siento que no tengo fuerzas para rehacer mi vida. Entre lo que me exige mi jefe y lo que me reclama mi pareja, parece que ya no queda nada para mí.
—No lo veo como una condena —respondió Javier con calma—. Más bien lo percibo como un proceso. Carl Jung decía que lo que negamos nos somete y lo que aceptamos nos transforma. Hasta ahora has negado tus propias necesidades y deseos, poniéndolos en un segundo plano. Eso te ha sometido al miedo, a la ansiedad y a la frustración. El primer paso no es rehacer tu vida como si todo lo anterior hubiera sido un error, sino integrar lo que has vivido y comprender que incluso el dolor tiene algo que enseñarte.
Santiago se removió en el asiento, visiblemente conmovido.
—Pero ¿cómo se hace eso, Javier? Yo no sé poner límites. No sé cómo decir que no sin sentir que soy egoísta o que voy a perder a las personas que quiero.
Javier sonrió con empatía.
—Es normal que lo sientas así. La gente más eficaz es la que logra alinear su vida con sus valores. Decir que no, no es egoísmo, es coherencia. Significa que entiendes lo que es realmente importante para ti y te permites defenderlo. Liderarse a uno mismo es, ante todo, un acto de valentía: aprender a cuidar tu energía, a priorizar lo que te construye en lugar de lo que te destruye.
Santiago respiró hondo, como si tratara de asimilar aquellas palabras.
—¿Y qué pasa con mi jefe y mi pareja? —preguntó con cierta desesperación—. Ellos me han hecho daño, me han presionado, me han hecho sentir pequeño. ¿Cómo puedo volver a confiar en alguien después de eso?
—Mira, Santiago —respondió Javier con tono reflexivo—. Empieza a entender la vulnerabilidad como fuerza. Cuando nos mostramos tal como somos, con nuestras heridas y nuestras necesidades, no nos debilitamos: al contrario, nos volvemos auténticos. Tus experiencias con tu jefe y tu pareja no son pruebas de que debas cerrarte o endurecerte; son recordatorios de que necesitas relacionarte desde un lugar más genuino, donde seas capaz de mostrarte sin máscaras y, al mismo tiempo, sin dejar que los demás crucen tus límites.
Santiago asintió lentamente, como si algo en su interior empezara a acomodarse.
—Entonces, ¿no se trata de empezar de cero y olvidar todo lo vivido?
—No —respondió Javier con firmeza suave—. No se trata de borrar, sino de integrar. Cada experiencia difícil puede convertirse en maestra. El verdadero liderazgo no es controlar a los demás, sino aprender a gobernarse en medio de la incertidumbre. Es como navegar en un mar agitado: no puedes controlar las olas, pero sí tu forma de sostener el timón.
El silencio llenó la sala por unos instantes, mientras Santiago parecía reflexionar profundamente.
—A veces pienso que lo que necesito es irme lejos. Empezar de nuevo en un lugar donde nadie me conozca, donde no tenga que demostrar nada a nadie.
—Ese impulso de huir es muy humano —respondió Javier—. Pero no olvides que, aunque cambies de lugar, siempre te llevarás contigo. El reto no es escapar, sino aprender a estar en paz contigo mismo donde sea que estés. Cuando logres liderarte, ya no dependerás de que las circunstancias externas cambien.
Santiago se inclinó hacia adelante, con una chispa de interés en los ojos.
—¿Y cómo empiezo ese proceso, Javier? Dame algo concreto, algo que pueda hacer desde hoy.
—Podemos empezar con algo sencillo —dijo Javier—. Cada vez que sientas la tentación de decir sí por miedo a perder la aprobación de alguien, detente un momento y pregúntate: “¿Esto me acerca o me aleja de la vida que quiero construir?”. Esa pausa, aunque parezca pequeña, es un acto de liderazgo personal. Te da espacio para decidir con libertad en lugar de reaccionar por costumbre.
Santiago se quedó pensativo.
—Es curioso —dijo—. Nunca me había detenido a preguntarme qué vida quiero construir. Siempre he vivido en función de lo que esperan los demás.
—Ahí está la raíz del problema —afirmó Javier—. Liderarte a ti mismo significa diseñar tu vida de manera consciente, no vivir en piloto automático. No se trata de controlar todo, sino de elegir con claridad hacia dónde quieres ir. Y recuerda: la dirección importa más que la velocidad.
El rostro de Santiago empezó a relajarse, como si un peso comenzara a levantarse de sus hombros.
—Entonces, quizás no necesite tirar todo por la borda. Quizás lo que necesito es aprender a estar conmigo mismo y a reconocer mi voz.
—Exactamente —dijo Javier con una sonrisa cálida—. No tienes que ser perfecto, solo auténtico. Y cada paso que des hacia tu verdad interior será un acto de liderazgo. Como decía un maestro espiritual, “cuando uno se conquista a sí mismo, no hay batalla externa que pueda derrotarlo”.
Santiago suspiró, pero esta vez no con cansancio, sino con alivio.
—Javier, me doy cuenta de que nunca me había dado el permiso de liderarme desde dentro. Siempre pensé que el liderazgo era hacia afuera, para los demás. Pero ahora entiendo que todo empieza en mí.
—Ese es el descubrimiento más poderoso que puedes hacer —respondió Javier—. Porque cuando aprendes a liderarte, tu relación con los demás también cambia. Ya no das desde la carencia, sino desde la plenitud. Ya no buscas aprobación, sino conexión genuina. Y eso transforma tu manera de estar en el mundo.
El reloj marcó la hora de finalizar la sesión, pero el ambiente estaba impregnado de una calma distinta, como si en aquel diálogo se hubiera encendido una luz en medio de la confusión. Santiago se levantó más erguido que al llegar, con un gesto que reflejaba no la solución definitiva a todos sus problemas, pero sí un comienzo.
Javier lo acompañó hasta la puerta y, antes de que saliera, le dijo:
—Recuerda, Santiago: liderarte no significa tener todas las respuestas, sino atreverte a dar un paso cada día hacia la vida que realmente quieres. No importa cuántas veces hayas sentido que te pierdes, siempre puedes volver a encontrarte. Y cuando aprendas a escucharte, descubrirás que nunca has estado tan solo como creías.
Liderarse implica valentía para aceptar las heridas y convertirlas en maestros, autenticidad para mostrarnos tal como somos, y claridad para elegir la dirección que queremos seguir. Como enseñan los grandes pensadores, la vida no siempre nos ofrece un camino fácil, pero siempre nos brinda la oportunidad de crecer a través de lo que enfrentamos.
Al final, el verdadero éxito no está en huir ni en empezar de cero, sino en aprender a sostenernos en medio de la tormenta. Porque cuando logramos liderarnos a nosotros mismos, descubrimos que tenemos la fuerza suficiente para transformar nuestro mundo, paso a paso, desde dentro hacia afuera.
Santiago sonrió levemente, con los ojos humedecidos pero serenos, y se despidió con un “gracias” que sonó distinto: más consciente, más presente.
Si te gustan estas temáticas, suscríbete al canal de YouTube Cambia el Chip Mental, www.youtube.com/@cambiaelchipmental, en el que abordan temas apasionantes relacionados con la psicología, la filosofía, el coaching y el crecimiento interior.
Si te gusta, compártelo con quien creas que lo puede necesitar
José Pomares
+ 34 620971455