Santiago: Javier, hoy vengo con una sensación distinta. Por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy avanzando. En la empresa me han empezado a reconocer el trabajo, el equipo está más comprometido, y eso me hace sentir bien. Pero también me surgen dudas… ¿por qué es tan importante aplicar los valores del liderazgo dentro de un equipo? ¿No basta con dar resultados?
Javier: Me alegra verte con esa energía, Santiago. Y tu pregunta es clave. Los resultados son importantes, claro, pero el cómo se consiguen también lo es. Los valores son la base que sostiene el tipo de liderazgo que realmente transforma. ¿Te has detenido a pensar en cómo influyes tú en el equipo más allá de las tareas que asignas?
Santiago: Supongo que sí… Quiero que el equipo trabaje bien, que se sienta valorado. Pero me cuesta ver cómo se traduce eso en valores. ¿Qué implica liderar con valores?
Javier: Los valores son el lenguaje invisible del liderazgo. Cada decisión que tomas, cada conversación, cada gesto, está comunicando lo que consideras importante. Si actúas con integridad, respeto y justicia, estás enviando un mensaje claro de lo que es aceptable y lo que no lo es. Eso genera coherencia y legitimidad.
Santiago: ¿Y qué pasa si esa coherencia falta? Por ejemplo, si un jefe predica una cosa pero hace otra.
Javier: Ese es el peor escenario. Los equipos reciben mensajes contradictorios y pierden la confianza. He trabajado con empresas donde el discurso era de ética, pero en la práctica había favoritismos o decisiones injustas. El resultado: desmotivación, desconfianza, rotación de personal. La incoherencia mata la autoridad moral. Es como un padre que exige respeto pero no lo practica. El impacto es devastador.
Santiago: Me doy cuenta de que lo que yo hago se amplifica en mi equipo. A veces una frase mal dicha genera una reacción inesperada. ¿Eso tiene que ver con lo que dices de que los líderes son multiplicadores de cultura?
Javier: Exactamente. Cada directivo tiene un efecto multiplicador. Si tú lideras con empatía, tu equipo tiende a replicarla. Si lideras con rigidez, probablemente esa rigidez se extienda. Un directivo influye en decenas o cientos de personas, directa o indirectamente. Esa es una gran responsabilidad. Un buen ejemplo lo vi hace años en una empresa tecnológica: un jefe de proyecto aplicaba una política de puertas abiertas real. La gente se sentía escuchada. En poco tiempo, sus jefes de área replicaron ese estilo. Y la comunicación mejoró en cascada.
Santiago: Es verdad. Cuando cambié mi actitud, noté que el ambiente mejoró. Empezaron a hablar más, a proponer ideas. Supongo que eso también tiene que ver con la confianza.
Javier: Totalmente. La confianza se construye con coherencia y transparencia. No se impone. Cuando un equipo confía en su líder, se atreve a equivocarse, a innovar, a comprometerse. Se siente seguro emocionalmente. Sin confianza no hay apertura, sin apertura no hay creatividad, sin creatividad no hay mejora.
Santiago: ¿Y cómo se fortalece esa confianza en el día a día?
Javier: Con acciones pequeñas pero constantes. Cumplir lo que prometes. Reconocer los errores. Escuchar de verdad. Mostrar empatía incluso cuando estás bajo presión. Son detalles que construyen un vínculo fuerte. Y aquí entra algo que parece menor pero no lo es: el tono. Cómo hablas. Cómo reaccionas cuando algo sale mal. Todo eso comunica.
Santiago: Me estás haciendo pensar también en cómo se nos percibe desde fuera. ¿Es cierto que los valores también protegen la reputación de la empresa?
Javier: Sí. Hoy las empresas no solo son evaluadas por sus resultados económicos, sino por cómo logran esos resultados. Una cultura guiada por valores protege contra escándalos, conflictos internos o decisiones que dañan la imagen. La ética es un seguro de sostenibilidad, no un coste. Además, cada vez más consumidores y socios de negocio evalúan el componente ético antes de comprar, contratar o invertir.
Santiago: Entonces, liderar con valores no es solo una cuestión moral. También es inteligente.
Javier: Así es. Los valores dan dirección, sobre todo en tiempos difíciles. En momentos de incertidumbre, cuando las normas cambian, los valores permanecen. Son brújula, no ancla. Orientan hacia lo correcto, no solo hacia lo fácil. Pensemos en líderes de grandes organizaciones que, en plena crisis, decidieron no despedir personal sino reorganizar funciones. ¿Por qué lo hicieron? Porque tenían principios claros.
Santiago: Nunca lo había visto así. ¿Y qué pasa con la cohesión del equipo? ¿También se ve influida por el liderazgo basado en valores?
Javier: Sin duda. Cuando se promueven valores como la cooperación, el diálogo y la equidad, los equipos se sienten parte de un propósito común. Se reduce la fragmentación y las rivalidades. Todo fluye mejor. Recuerdo una planta de producción donde se implementaron espacios de diálogo cruzado entre operarios y gerencia. Las tensiones bajaron. Las ideas de mejora se triplicaron. El respeto mutuo hizo la diferencia.
Santiago: Algo que me ha pasado últimamente es que noto a las personas más comprometidas. ¿Puede ser porque se sienten más respetadas?
Javier: Seguramente. Hoy la gente no solo busca un salario. Quiere un propósito, un entorno donde se la escuche y respete. Un líder que encarna valores como la empatía o la constancia fideliza el talento. Crea un clima humano, y eso es cada vez más valioso. No olvides esto: el talento no abandona empresas, abandona jefes.
Santiago: Javier, esta conversación me está ayudando mucho. Me doy cuenta de que el liderazgo no es solo una herramienta profesional, también es una forma de vida.
Javier: Exactamente, Santiago. Liderar con valores no solo transforma tu empresa, también te transforma a ti. Es una forma de crecer como persona y ayudar a los demás a crecer. Es la diferencia entre dirigir personas y guiarlas.
Santiago: ¿Qué pasa cuando un valor entra en conflicto con una meta? Por ejemplo, ¿qué pasa si debo llegar a un objetivo y hay presión por hacerlo a toda costa?
Javier: Es una gran pregunta. Ahí es donde se prueba el carácter. A veces hacer lo correcto puede implicar ir más despacio, explicar más, pedir ayuda. Pero en el largo plazo, sostener los valores es más rentable que romperlos. Un objetivo alcanzado sin ética puede salir muy caro.
Santiago: Tiene lógica. Aunque no siempre es fácil…
Javier: No lo es. Pero ahí entra la madurez del líder. Un líder inmaduro prioriza resultados inmediatos. Un líder sabio prioriza el proceso, la integridad y la sostenibilidad.
Santiago: Me doy cuenta de que los valores son como raíces. No se ven, pero sostienen todo.
Javier: Hermosa metáfora. Sí, exactamente. Y como raíces, deben nutrirse. Leer, reflexionar, conversar… todo eso fortalece tu conciencia y tu capacidad de actuar desde tus principios.
Santiago: ¿Y cómo puedo ayudar a otros líderes a incorporar estos valores? ¿Cómo se enseña algo así?
Javier: Con el ejemplo. No hay herramienta más poderosa. Pero también puedes proponer espacios de reflexión, dar feedback constructivo, reconocer actitudes éticas. Los valores se contagian cuando se viven y se celebran.
Santiago: ¿Y alguna vez has trabajado con un líder que haya hecho esa transformación?
Javier: Sí, muchos. Pero hay un caso que me marcó especialmente. Era un gerente de una empresa del sector alimentario. Cuando empezó el proceso de coaching conmigo, tenía fama de ser eficiente pero duro, incluso agresivo. Su equipo cumplía metas, pero a costa de mucha tensión y desgaste. Él mismo sufría de insomnio y tenía un conflicto casi constante con su segundo al mando.
Un día, en sesión, le pregunté: «¿Qué tipo de líder quieres ser recordado?». Se quedó en silencio. Después de unos minutos, respondió: «Uno que supo escuchar». A partir de ahí, empezó un proceso profundo. Aprendió a preguntar más, a intervenir menos, a reconocer en público, a disculparse en privado. La transformación no fue rápida, pero fue real.
Seis meses después, el clima en su equipo era otro. La rotación bajó, la productividad aumentó sin necesidad de amenazas. Pero lo más importante: él estaba más en paz consigo mismo. Descubrió que liderar con valores no solo era mejor para su empresa, sino también para su bienestar.
Santiago: Impresionante. Es como si el liderazgo auténtico le hubiera devuelto también su humanidad.
Javier: Exacto. Liderar desde los valores no es un sacrificio. Es una inversión emocional, profesional y humana. Y esa inversión rinde frutos duraderos.
Santiago: Gracias, Javier. Hoy me llevo algo muy valioso: el liderazgo auténtico no se impone, se inspira. Y eso empieza conmigo.
Javier: Así es. Y tú estás en ese camino. Recuerda: cada día, con cada decisión, puedes construir o destruir confianza. Elige ser un constructor.
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José Pomares
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