Es curioso cómo puede cambiar el mundo un “bicho” que ni vemos. Siempre he comentado que la diferencia entre el colegio y la vida es que en el primero la profesora te dice qué día es el examen, te da tiempo para estudiar la materia y luego si has aprobado o suspendido.
En la vida los exámenes son siempre sorpresa, sin avisar, y en la evaluación no te califica con aprobado o suspenso sino que lo que importa es si has aprendido la lección.
En definitiva, en la escuela primero aprendes la lección y luego te hacen el examen y en la vida primero viene el examen para ver si has aprendido la lección.
No estábamos acostumbrados a vivir confinados y eso nos ha permitido aprender una serie de lecciones.
Empezando porque sólo los buenos sentimientos nos unen, jamás el interés logró vínculos sanos y estables. Y eso te permite analizar en estos días las personas a las que le interesabas y a las que le importabas.
Y en las relaciones…
Si lo analiza bien, vamos a ver cuando comienzan los problemas ya sea en las relaciones de pareja o profesionales.
Mire, en una o en otra, igual me da, considero que tiene que haber un toque de admiración hacia su pareja o empleador. En caso contrario comenzaremos, si nada me aporta y todo es rutina, con el DESENCANTO. El encanto es lo que en todos los órdenes de la vida me orienta sobre si estoy creciendo bien, si ese estar bien me proporciona un bien estar.
Y a ese desencanto inexorablemente le va a seguir el DISGUSTO. Ya empieza a no gustarme hacer las cosas, que no tiene nada que ver con que me apetezca. Como decía San Agustín, la verdadera libertad no consiste en hacer lo que me da la gana sino en hacer lo que tenemos que hacer porque nos da la gana.
Y así acabaremos en la DESGANA. Vivir apasionado no se logra teniendo los mismos gustos sino las mismas ganas. Y aquí ya la cosa se complica. Por ello debemos siempre cuidar en nuestras relaciones el encanto, el gusto y las ganas.
De otro modo, adoptaremos la queja como actitud de vida. Que además, como es gratis, es muy frecuentemente utilizada por el ser humano.
La queja no cambia nada. Tiene el poder de aplacar temporalmente la frustración y la tensión emocional, pero siendo un mecanismo tranquilizador por excelencia, carece de poder generativo o transformador.
Sin embargo, es posible redimirla mediante la técnica adecuada, ya que contiene información importante en su raíz. Esta información proviene del hecho de que «no nos quejaríamos si no nos importara algo».
Debajo de la superficie de nuestras quejas existe el sustrato de nuestros intereses, preocupaciones y valores. Si buscamos más allá de las apariencias, podemos encontrar nuestros compromisos profundos.
Y para ello es importante saber comunicarnos. Y ahora nos ha tocado un tiempo en el que, queramos o no, tenemos que ejercer la comunicación ya sea activa o pasiva al estar tanto tiempo juntos.
Una mala comunicación es el inicio de los conflictos y enfermedades. Hay que hacer explícito lo implícito. Hay que poner en el afuera lo que está en el adentro. Cualquier acción emprendida por los seres humanos se basa en el amor o el miedo. El miedo se aferra a todo lo que tenemos; el amor lo regala. El miedo prohíbe; el amor quiere. El miedo agarra; el amor deja ir. El miedo duele; el amor alivia. El miedo ataca; el amor repara.
Por eso, vive tu vida, aún en los actos más sencillos, con mucho amor. Una vez escuché en un funeral “Sólo vivimos los días que amamos y hacemos el bien a otros, y eso es lo que nos hace estar vivos siempre en los demás y no morir nunca”
Pero comunicarnos tiene un precio, ya que en ocasiones hablando se generan conflictos. Sin embargo es el camino de la sanación.
Y hay que vencer ese miedo a hablar. En las relaciones, de lo que no habla se acaba haciendo. Cuanto más integres tus sombras, más evitarás que se te presenten en forma de destino No lo dude, donde no hay transparencia solo hay apariencia y suposición y la salud de una convivencia personal o profesional es directamente proporcional a poder decir lo que nos pasa.
Y si quiere saber hasta qué punto algo es cierto para usted, o le afecta, preste atención a lo que sienta al respecto. Cambie la palabra hablar por la palabra sentir. Las palabras limitan, confunden y en ocasiones se malinterpretan. El sentimiento es el lenguaje del alma. En sus más altos sentimientos se oculta su más alta verdad. Desde pequeños nos deberían enseñar que el secreto para una buena convivencia, laboral o personal, está en cómo llegar a un acuerdo cuando estemos en desacuerdo, porque cuando la emoción está alta, la inteligencia está baja y acabamos diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos.
Y esta crisis nos ha tocado a todos. Da igual la raza, religión, sexo o país. Con la globalización y la tecnología, hemos creado un mundo que acorta distancias pero no crea cercanías. Nada como una buena conversación cara a cara en la que afloren los sentimientos y emociones. El arte de dialogar es hacerle sentir a la otra persona que está siendo bien escuchada. Por el contrario el silencio egoísta es un modo de agresión.
Por mi profesión, se puede imaginar la de llamadas que recibo para que aconseje una especia de antivirus espiritual en forma de libro para soportar y hacer más llevadera esta situación. Pero si de verdad quiere sentirse mejor, antes de leer un libro de autoayuda pruebe a ayudar a alguien. No conozco a nadie que ayudando a otras persona se sienta peor que como estaba.
¿Verdad que la vida está hecha de días que no significan nada y momentos que significan todo? Hoy me decía una buena amiga… lo difícil no es olvidar el pasado, es olvidar el futuro que imaginaste. Pues aprendamos y vayamos a la tarea. Ante todo, y aunque hoy más que nunca nos parezca difícil, con mucha alegría, que esa depende de nosotros.
La alegría es un sentimiento de consciencia (uno es alegre). El placer es un estado emocional (uno siente placer). Ser alegre es una decisión propia y existencial. Tener placer es un acto externo y momentáneo. ¿Será que nuestra sociedad necesita para su consumo gente placentera y no alegre? Y piense que si su trabajo no le divierte, tendrá que trabajar muchísimo para poder divertirse
Aunque no siempre es fácil lograrlo. No pasa nada. Pero entrene para mejorar en su estado emocional.
Un abuelo le dijo a su nieto “me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los lobos está enfadado, es violento y vengativo. El otro está lleno de amor y compasión. El nieto le preguntó. ¿Y cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón? Y el abuelo le contestó: aquel que yo alimente”