Sí, como en las películas. Es la historia que tuve recientemente en una querida empresa que me encarga la formación y preparación de su equipo “directivo” con el fin de hacerse con las riendas de la delegación a la que pertenecen.
No tenían experiencia previa en la dirección de personas. Daba igual. Ya les dije al comenzar que tenían que ser hijos de la voluntad, intentarlo hasta conseguirlo. Les expliqué que solo hay dos tipos de problemas; o de capacidad (no sé hacer las cosas) o de voluntad (no quiero hacer las cosas), que me preocupa aún más que lo primero. Problema resuelto. Estaban dispuestos a sudar la camiseta; me tocaba ahora capacitarlos.
Lo primero, fuera miedos. Es normal sentir miedo. ¿Y cómo vencerlo?
Les recomendé que se hicieran (y trabajáramos) sobre tres preguntas:
¿Qué es lo que más me cuesta? Pues hazlo cada día y tendrás disciplina
¿Qué es lo que más miedo me da? El remedio es repetirlo cada día y conseguirás seguridad
¿Qué es lo que más me hace sentirme inseguro? El antivirus es la constancia y no temer a fallar y tendrás autoestima
El principio fue obviamente duro. Pasar de compañero a jefe no es fácil. Pero yo quería que fueran ante todo líderes. Un buen jefe es el que, después de hablar con él, sales diciendo “que inteligente es”; un buen líder el que sales diciendo “que inteligente soy”. Y hay una enorme diferencia. La oveja vive su vida temiendo al lobo y quien termina comiéndosela es quien la cuida, la pasea y le da de comer. Por eso la responsabilidad (y la formación que debe tener) quien dirige personas.
Y paciencia. El bien es lento porque va cuesta arriba, el mal es rápido porque va cuesta abajo, así que paciencia en obtener buenos resultados porque el tiempo no está, se hace. Y hay que dedicarle tiempo y paciencia, que es el arte de persistir incansablemente en tu esfuerzo aún a sabiendas de que los resultados no van a llegar cuando tu quieres. Y no a todo el mundo vas a gustar. Es inútil explicar cuando el otro decidió no entender.
El primer trabajo fue analizarse a uno mismo. Como hacemos para superar las olas del mar, no consiste en hacerlas frente sino que nos metemos dentro de la ola, en el interior, para vencer su potencia. Les pedí que me contaran sus problemas. Nunca nos damos cuenta de todo el daño que sufrimos hasta el día que se lo cuentas a otra persona.
No pasa nada por equivocaros, les dije. Cuando esquías por primera vez, el monitor en su primera clase lo primero que te enseña es a saber caerte porque es consciente que te va a pasar. Pero lo importante no es caerte sino saber levantarte una y otra vez.
Para ello había que actuar ya. Saber tomar decisiones ante las cosas que te pasan o te preocupan.
Y al hacerlo seguro que vas a tener inseguridad, y actuando lograrás seguridad; indecisión, y tomarás decisiones, desánimo que se volverán ánimos y miedos al principio hasta que llegue la valentía.
Es cierto que cuando tienes un problema te paraliza. Elévate sobre el problema, aíslalo. Piensa por encima de tus miedos.
Ello te ayudará a saber focalizarte sobre lo verdaderamente importante. Saca el problema fuera de ti y hazte las siguientes preguntas:
¿Cómo le aconsejarías a otro que resolviera mi problema? ¿Qué no estoy sabiendo ver? ¿Qué se me está escapando? ¿Quién me puede ayudar en mi vida profesionalmente? ¿Quién puede sacar de mi lo mejor?
Y seguimos con alguna de las claves para saber dirigir a un equipo, sin miedo a fallar (porque vas a errar tarde o temprano).
Me encantó trabajar con ellos en alguno de los valores que consideramos claves:
Entusiasmo (del griego “entheos” Dios dentro de mi), nada que ver con la euforia (estar fuera de mi). Uno está dentro, otro está fuera. Uno permanece, otro es pasajero. El entusiasmo es lo que provoca la sensación permanente de alegría, que es la perfección interior de que algo se está expandiendo, y que sucede siempre a la generosidad, que no es sino el pegamento que une a las personas, lo que de verdad hace que hagamos las cosas sin pensar en el beneficio posterior que podamos recibir.
Reflexión, en un mundo que va muy acelerado necesitamos un viaje interior, estar dispuesto a hacer un trabajo interior para transformar nuestra forma de ser, para que no intentemos cambiar a los demás, sino empezar el cambio en nosotros mismos. Ahí empieza el cambio. Vamos tremendamente acelerados sin pensar si lo que hacemos hoy nos acerca al sitio donde queremos estar mañana. El silencio embaraza a las palabras, el hablar rápido las hace estériles.
Amistad, aquello que hace una persona jamás se sienta sola, es sentir que cuando te sientes débil alguien te puede ayudar. Es la cualidad del encuentro, nadie puede crecer aisladamente, centrado en sí mismo.
Y en una empresa, en la que se trabaja en equipo, todos necesitamos compartir para crecer.
Compasión (conectar con la pasión, el sufrimiento de un ser humano), no es estar de acuerdo con sus actuaciones sino entender por qué lo hace.
Es la base de la empatía. Evita que reacciones y permite que aceptemos y comprendamos a los demás para poder ayudar.
Compromiso, nada que ver con la implicación (gente que vive por obligación), ni con la lealtad (que es a los demás, al ajeno). El compromiso siempre es sólo a uno mismo (es sentirse responsable, desafiarse a uno mismo sacando su mejor versión).
Y cuando uno se siente comprometido, es cuando hace crecer todo lo que tiene a su lado, incluyendo a su empresa. Los que logran resultados, no son los involucrados, ni los leales, sino los comprometidos
Fe, creer sin tener evidencias. Esas montañas que tenemos que mover, y que solo lo haremos si nos ponemos en marcha.
Y las montañas más grandes no son las que vemos fuera sino las que tenemos dentro de nosotros mismos (nuestra falta de autoestima, de reconocimiento, de valoración, de capacidades…) Solo saldrá lo que tienes dentro si de verdad crees y te pones en marcha apostando por ti.
Y ante todo, humildad. Es el valor clave. Yo me pongo en el papel del otro y me pongo en disposición de aprender de cualquier ser humano. Ayuda a integrar el saber colectivo para un fin superior y que merezca la pena.
Ya decía Santo Tomas: “Todos los pecados del ser humano proceden de un único origen, la soberbia.”.
Hoy puedo decir que su crecimiento ha sido espectacular. Y mi alegría aún mayor. Estoy convencido que no sólo han crecido como profesionales y personas, sino que harán crecer a su equipo.
Enhorabuena de corazón.