Santiago tenía obsesión por aprender. Su juventud, tan solo llevaba un año en la empresa, y su afán por crecer en su desarrollo personal, le había llevado a contratar los servicios de un coach sin saber bien qué era eso exactamente. Pero recordaba siempre las palabras de su padre.
“Hijo, profesor es el que enseña y maestro es de quien se aprende. Por eso, educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar basta con saber pero para educar hay que ser y para ello hay que dar ejemplo, haciendo que lo que piensas y sientes sea acorde con cómo actúas. Difícil tarea que no siempre somos capaces de conseguir”
Fue lo primero que comentó a su primer coach, Javier, para explicar los motivos de querer ponerse a su disposición, para avanzar tanto empresarial como personalmente.
Muy acertada la opinión de tu padre, dijo Javier. “Llevado al ámbito empresarial, podríamos decir que jefe (va en el cargo) es el que manda, y líder (va en la persona) el que está al servicio de los demás y sigues, no por cumplimiento sino por compromiso”.
Javier siguió ahondando en el tema ya que Santiago le empezó a hablar de los problemas que le empezaban a estar surgiendo en la empresa con su jefe y no sabía bien la diferencia entre jefes y líderes.
“A las personas se las lidera, a los recursos se les administra. Liderar es dejar de dirigir y empezar a influir, es dejar de dar órdenes y empezar a inspirar. Si la ciencia y tecnología (conocimientos) no van acompañadas de un crecimiento y desarrollo de la persona, se utilizarán para dominar y someter al subordinado, no para engrandecer al ser humano”
Santiago se ilusionó y pensó que acertó en su decisión de contar con Javier. Sin embargo éste esbozó una sonrisa cuando le explicó que eso de “coach” no era una profesión nueva como muchos creían.
“En la antigua Grecia, prosiguió Javier, los adultos tenían una misión clara respecto a los jóvenes. Por un lado, clarificar lo que realmente querían ser en la vida, y por otro identificar los pasos necesarios a seguir para lograr con ética, coherencia y congruencia lo que deseaban ser. Es decir, ya eran coach, que se diría ahora, y que no he visto una palabra peor utilizada por la cantidad de gente que se ha subido ahora a este carro”
Javier siguió clarificando su trabajo a Santiago para que a este le quedaran claras la expectativas con las que había venido a su consulta.
“Hoy día vivimos en una sociedad que todo lo queremos rápido y sin apenas esfuerzo, buscando soluciones mágicas del exterior que nos indiquen cómo ser felices y alcanzar nuestros sueños.
Las cosas se consiguen con tiempo, esfuerzo y constancia. Pero vivimos en una sociedad que nos intenta quitar la cultura del esfuerzo. Con la globalización y la tecnología, hemos creado un mundo que acorta distancias pero no crea cercanías”
Javier quería hacer ver a Santiago parte de la falsedad en reflejar un mundo externo que en la mayoría de las ocasiones nada tenía que ver con el interior de las personas.
Mira Santiago, comentaba Javier analizando las reacciones de éste. Hay obsesión por publicar en nuestras redes sociales fotografías demostrando lo felices que somos, lo bien que comemos, los viajes que hacemos y lo estupendo que lo pasamos.
Hasta que ya no podemos más y … ¡¡¡necesito hablar contigo, Javier¡¡¡
¿Es entonces cuando te cuentan sus problemas y te piden consejo?, preguntó Santiago.
Sí, prosiguió Javier. Lo que pasa es que por mi experiencia, si los consejos sirvieran de algo se cobrarían muy caros. La mayoría de los consejos sirven para tenerlos en cuenta más que para aplicarlos. Y se aconseja con tacto, que es la habilidad de que el otro vea la luz sin hacerle sentir el rayo, no bajo la prepotencia de pensar que solución está en lo que yo te diga que tienes que hacer.
En el fondo, lo que uno quiere es desahogarse y que le escuchen. El arte de dialogar es hacerle sentir a la otra persona que está siendo bien escuchada. En las librerías encontrarás mil libros de cómo hablar en público y ninguno de cómo saber escuchar al ajeno.
Y en la mayoría de las ocasiones no escuchamos para comprender sino para responder con nuestras sabias y mágicas opiniones. E incluso no nos damos cuenta que lo importante no es escuchar lo que nos dicen sino lo que no nos dicen. Ahí radica la sustancia de la conversación.
Santiago empezaba a darse cuenta que iba a tener que trabajar desde su interior más que encontrar fórmulas mágicas en Javier. Y éste siguió hablando antes de que Santiago quisiera contarle lo que le preocupaba.
Y los que nos dedicamos a esto empezamos a decir al cliente lo que tiene que hacer, sin caer en la cuenta que las cosas no son ni buenas ni malas, sino que hay cosas que me hacen bien y otras mal, pero que no tienen que sufrir el mismo efecto en la otra persona, aventurándonos a dar soluciones cuando en verdad lo más que podemos hacer es ayudarle a hacerse preguntas, porque las respuestas están en uno mismo, dando reglas para el comportamiento de la otra persona cuando lo más que podemos conseguir es emitir un diagnóstico y un pronóstico, pero el veredicto radica en uno mismo.
¿Pero tu crees que me puedes ayudar a mejorar y a solucionar algunas actitudes que creo que no son ahora mismo del todo correctas?, preguntó Santiago a Javier.
Mirándole fijamente a los ojos, Javier respondió.
Cuando se trata de nosotros mismos, nos juzgamos y justificamos en base a nuestras intenciones, pero a los demás simplemente por sus actos. Por eso es tan fácil criticar a los demás sin analizar lo que le ha llevado a hacerlo. Sólo vemos una pequeña parte de los demás, por lo que es injusto juzgar simplemente por lo aparente o visible.
Creo que ahora mismo estoy en un periodo que yo lo calificaría como de crisis, porque no sé muy bien ni cual es mi lugar en el mundo ni que quiero a nivel personal, respondió Santiago que estaba deseando empezar a contarle sus problemas.
Ante cualquier crisis, respondió Javier, todos pensamos en cómo salir de ella, cuando en muchas ocasiones la crisis nos invita a entrar en la misma con el fin de aprender de la vivencia. Uno siempre oscila entre la angustia del rechazo y el tedio de la aceptación. El ser humano es un péndulo entre el dolor y el aburrimiento.
Y queremos razones para poder cambiar. Si quieres saber hasta qué punto algo es cierto para ti, presta atención a lo que sientes al respecto (y eso te lo dice el estómago antes que la cabeza, la intuición previa a la razón).
Santiago se dispuso a hablar, pero Javier le interrumpió.
Cambia la palabra hablar por la palabra sentir. Las palabras limitan, confunden y en ocasiones se malinterpretan. El sentimiento es el lenguaje del alma. En tus más profundos sentimientos se oculta tu más alta verdad.
Fue entonces cuando Santiago le explicó brevemente su temor a no dar la talla en el trabajo y su proceso de crisis ante la ruptura con su pareja.
Lo más común en estos casos de crisis como tú dices, siguió Javier ante la explicación de Santiago, está provocado por el desamor (desencuentro conmigo) y la falta de desapego (miedo a perder, ya sean personas, cosas, relaciones laborales etc) que acaban provocando enfermedades. Ambas generan culpa (no me perdono), rencor (no te perdono) y miedo (el peligro constante de que mi seguridad se altere). Si no resolvemos nuestro conflicto interno, lo que nos pasó nos volverá a pasar. Hay que vivir en el ser, más que en el estar.
Pero no puedes pretender las soluciones en mí. Todos quieren soluciones por parte de otra persona. En un mundo que va muy acelerado necesitamos reflexión, un viaje interior, estar dispuesto a hacer un trabajo nuestro para transformar nuestra forma de ser, para que no intentemos cambiar a los demás, sino empezar el cambio en nosotros mismos.
Ahí empieza el cambio.
Santiago empezó a contar a Javier lo que creía que su jefe y su pareja pensaban de él, y cómo sentía el problema.
Santiago, prosiguió Javier. En ese viaje hacia nosotros mismos descubrimos que todo río tiene dos orillas. Sólo puedes asegurar que lo dominas cuando has contemplado el paisaje desde ambos lados.
Cuando vadeas la corriente y eres capaz de contemplar tu problema desde el otro lado del espejo, descubres que el agua no es el obstáculo que separa las orillas, sino lo que las une.
La conversación fue profunda. Santiago se dio cuenta de su ira, su rabia y que quizá era momento de perdonar antes de seguir en ese camino de victimismo y de culpas
Y Javier concluyó la sesión con una breve interlocución.
Aprende a perdonar y perdonarnos. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enfado.
P.D. Dedicado a todos los que piensan que alguien nos puede arreglar la vida con fórmulas mágicas. Es maravilloso encontrar a alguien que te escuche y te pueda hacer pensar que el cambio está en ti, no en lo que yo te diga que tienes que hacer.
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El secreto no es correr detrás de las mariposas. Es cuidar el jardín para ellas vengan hacia ti.
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No la respuesta, sino la pregunta, es el principio de toda sabiduría.
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Descubrir una ocasión no es difícil; lo difícil es descubrirla el primero.
10-Organización empresarial_
Si la única herramienta que tiene es un martillo, pensará que cada problema que surge es un clavo.
José Pomares
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