Santiago llega una vez más a la consulta de Javier con una inquietud en su mirada, una duda que ha estado creciendo dentro de él. Tras varios minutos de silencio, decide romper el hielo con una pregunta que ha estado rondando en su mente durante días.

«Javier, ¿alguna vez te has sentido mal? Quiero decir, ¿has tocado fondo alguna vez? Siempre te veo tan seguro, con control… ¿Es posible que nunca te hayas sentido perdido

Javier, con una leve sonrisa, mira a Santiago y reflexiona antes de responder. “Santiago, la vida de nadie está exenta de caídas y momentos difíciles. Lo que ves en mí ahora es el resultado de años de trabajo interior, de enfrentamientos con mis propios demonios. He tenido momentos en los que he tocado fondo, donde la ansiedad y la inseguridad me han paralizado, y no sabía cómo seguir adelante”.

Santiago lo observa con una mezcla de sorpresa y alivio. “¿De verdad? Nunca lo hubiera imaginado… ¿Cómo logras superarlo?”

Javier asiente, reconociendo la vulnerabilidad de su propia historia. “La ansiedad, Santiago, es una sombra que puede seguirnos durante años si no aprendemos a confrontarla. Es el miedo a lo que podría pasar, a lo que no podemos controlar. Para superar la ansiedad, primero tuve que aceptarla como parte de mí. No podía ignorarla ni pretender que no existía. La aceptación fue el primer paso.”

«Pero ¿cómo lograste ser tan auténtico?», pregunta Santiago, buscando respuestas en cada palabra de Javier.

“La autenticidad, querido amigo, es un viaje que comienza cuando decides dejar de vivir según las expectativas de los demás. En mi caso, me di cuenta de que gran parte de mi ansiedad provenía de tratar de ser lo que otros esperaban de mí, en lugar de ser fiel a quien realmente soy. La autenticidad no es fácil, porque a menudo conlleva defraudar a quienes te rodean, pero es la única forma de encontrar la paz interior. Ser auténtico no significa que siempre serás comprendido, pero sí que te entenderás a ti mismo.”

Santiago escucha atentamente, pero aún hay algo que no comprende del todo. “Entiendo lo que dices, pero… ¿y la seguridad? ¿Cómo logras tener tanta confianza en ti mismo?”

Javier toma un momento antes de responder, consciente de la importancia de sus palabras. “La seguridad en uno mismo, Santiago, no es algo con lo que se nace. Es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, con cada pequeña victoria sobre uno mismo. La clave está en mejorar tu autoestima, en aprender a valorarte por lo que eres, no por lo que logras o por cómo te ven los demás. La autoestima es como un músculo: cuanto más la trabajas, más fuerte se vuelve.”

“Pero ¿cómo empezar a trabajarla?” pregunta Santiago, ansioso por encontrar una fórmula mágica.

“No hay una receta única”, responde Javier con calma. “Todo comienza con pequeños actos de autocompasión. Debes aprender a hablarte a ti mismo con la misma amabilidad con la que hablarías a un amigo querido. Si cometes un error, no te castigues. En lugar de eso, pregúntate qué puedes aprender de esa experiencia. Cada error es una oportunidad para crecer, y es en ese crecimiento donde encontrarás tu verdadera fuerza.”

«Una de las cosas que más me ayudó fue aprender a celebrar mis pequeños logros», continúa Javier. «Muchas veces, subestimamos los pequeños avances que hacemos porque estamos demasiado enfocados en lo que aún no hemos alcanzado. Pero esos pequeños pasos son fundamentales para construir una autoestima sólida. Es importante reconocerlos y permitirte sentirte bien por ellos.»

“Hablas mucho de la autocompasión, pero ¿cómo puedo aplicarla a mis relaciones?” pregunta Santiago, claramente reflexionando sobre su propia vida personal.

“La compasión, tanto hacia uno mismo como hacia los demás, es fundamental en cualquier relación”, explica Javier. “Cuando te muestras compasivo contigo mismo, te vuelves menos crítico y más comprensivo, lo que también afecta cómo interactúas con quienes te rodean. En términos de comunicación, esto significa escuchar más y juzgar menos. Cuando alguien te habla, en lugar de pensar en cómo responderás, concéntrate en entender realmente lo que esa persona está tratando de decir. La compasión en la comunicación es esencial para resolver conflictos y para fortalecer las relaciones”.

Santiago asiente lentamente, comenzando a comprender la profundidad de lo que Javier le está diciendo. “Entonces, ¿la compasión también puede ayudarme en la gestión de conflictos?”

“Por supuesto”, responde Javier con firmeza. “La mayoría de los conflictos surgen de malentendidos o de la falta de comunicación. Cuando aplicas la compasión, buscas entender el punto de vista del otro antes de imponer el tuyo. Esto no significa que siempre tengas que estar de acuerdo, pero sí que puedes encontrar una manera de abordar las diferencias sin que se convertirán en barreras insuperables.”

Santiago se queda pensando por un momento, y luego pregunta: “¿Y qué pasa cuando el otro no es compasivo conmigo? A veces siento que, aunque yo trato de entender a los demás, no siempre recibo lo mismo a cambio.”

“Esa es una situación difícil”, reconoce Javier. “Pero recuerda que ser compasivo no significa permitir que otros te traten mal. Es importante establecer límites claros. La compasión hacia ti mismo implica también protegerte de situaciones que te hagan daño. Comunica tus límites de manera clara y firme, pero sin agresividad. Eso es parte de ser auténtico y mantener tu autoestima en equilibrio. El desarrollo personal juega un papel vital aquí.”

“Entonces, ¿el desarrollo personal es la clave?” pregunta Santiago, buscando algo concreto a lo que aferrarse.

“Es una parte importante, sí”, responde Javier. “Pero más que nada, es el compromiso contigo mismo de no rendirte. El desarrollo personal no es un destino, sino un viaje. Es la continua búsqueda de convertirte en la mejor versión de ti mismo, no para agradar a los demás, sino para sentirte en paz contigo mismo. Y cada día en ese camino es un paso lejos de la oscuridad y hacia la luz.”

Santiago lo escucha con atención, procesando cada palabra. “Pero ¿cómo mantienes esa mentalidad cuando las cosas se ponen difíciles?”

Javier sonríe. “Es un proceso constante. No es fácil, y no siempre lo logro. Pero la clave es ser persistente y amable contigo mismo. No se trata de ser perfecto, sino de ser consistente. Cuando fallas, no te castigues, simplemente vuelve a intentarlo. Cada día es una nueva oportunidad para hacerlo mejor.”

Santiago, visiblemente más tranquilo, aún tiene una última pregunta. “Javier, ¿cómo se puede mantener la fe en uno mismo cuando todo parece estar en contra?”

Javier lo mira con comprensión. “La resiliencia, Santiago, es la capacidad de levantarse después de cada caída. Es lo que te permite seguir adelante cuando todo parece estar en contra. Y esa resiliencia viene de la fe en uno mismo, una fe que no está basada en tus logros o en lo que los demás piensen de ti, sino en la certeza de que, pase lo que pase, tienes la capacidad de superar cualquier cosa. «

Javier continúa: “Cuando me encontré en mi punto más bajo, lo que me ayudó a seguir fue recordar todas las veces que había superado obstáculos antes. Me di cuenta de que, aunque la situación parecía imposible, ya había pasado por momentos difíciles y había salido adelante. Eso me dio la fuerza para seguir luchando”.

Santiago se siente inspirado por las palabras de Javier. “Entonces, ¿nunca pierdes la fe?”

Javier ríe suavemente. “No es que nunca la pierda, pero he aprendido a recuperarla. Todos tenemos momentos de duda, de inseguridad. Lo importante es recordar que esos momentos son pasajeros. La fe en uno mismo no es algo que se tiene o no se tiene, es algo que se cultiva. Y cada vez que te enfrentas a un desafío y lo superas,

Santiago reflexiona sobre esto, sintiendo que la conversación ha cambiado su perspectiva. “Entonces, ¿es cuestión de persistir?

“Exactamente”, asiente Javier. “La persistencia es clave. No importa cuántas veces caigas, lo que importa es que sigas levantándote. Y cada vez que lo haces, te vuelves un poco más fuerte, un poco más seguro de ti mismo. La resiliencia no es solo la capacidad de soportar el dolor, sino la voluntad de seguir adelante a pesar del mismo

Javier continúa, queriendo que Santiago entienda algo fundamental. “El dolor, Santiago, es inevitable en la vida, pero el sufrimiento es opcional. Lo que quiero decir es que, aunque todos pasamos por momentos difíciles, podemos elegir cómo reaccionar ante ellos. Podemos dejarnos consumir por el sufrimiento o podemos utilizar ese dolor como un catalizador para el crecimiento y la sabiduría.”

Santiago lo mira con admiración. “¿Cómo lograste transformar tu dolor en sabiduría?”

Javier sonríe con melancolía. “Fue un proceso largo, lleno de errores y aprendizajes. Lo primero que tuve que hacer fue dejar de ver el dolor como un enemigo. En lugar de resistirlo, empecé a preguntarme qué podía aprender de él. Cada experiencia dolorosa me enseñó algo nuevo sobre mí mismo, sobre la vida, y sobre cómo interactúo con los demás

“Entiendo”, dice Santiago. “Es como si el dolor te mostrará lo que realmente importa.”

“Exacto”, responde Javier. “El dolor tiene una manera de cortar a través de todas las trivialidades y mostrarte lo que realmente es esencial. Y cuando aceptas el dolor y aprendes de él, te das cuenta de que no eres la misma persona que eras antes. Has crecido, has cambiado, y en ese cambio, encuentras sabiduría.

Santiago, cada vez más inmerso en la conversación, pregunta: “¿Y qué papel juega el perdón en todo esto?

“El perdón, Santiago, es crucial”, dice Javier con seriedad. “No solo el perdón hacia los demás, sino también hacia ti mismo. Muchas veces, el mayor obstáculo para el crecimiento personal es la incapacidad de perdonarnos por nuestros propios errores. Nos aferramos a la culpa y al arrepentimiento

“Pero ¿cómo se puede perdonar cuando el dolor es tan grande?” pregunta Santiago

“El perdón no significa olvidar o justificar lo que pasó”, explica Javier. “Es un acto de liberación. Al perdonar, decide no permitir que el dolor controle tu vida. Es un regalo que te haces a ti mismo, porque te libera de la carga del resentimiento. Y cuando te liberes de esa carga, puedes avanzar hacia una vida mejor

Santiago asiente, comprendiendo la importancia de lo que Javier está diciendo. “Entonces, ¿el perdón es también una forma de autoestima?

“Correcto”, responde Javier. “Es una forma de decirte a ti mismo que mereces paz, que mereces avanzar. Y esa es una de las lecciones más importantes que puedes aprender en el camino hacia la plenitud

A medida que la conversación llega a su fin, Santiago siente una nueva sensación de claridad. “Javier, siento que he aprendido tanto hoy… pero también sé que tengo un largo camino por delante.

“Todos lo tenemos”, dice Javier con una sonrisa cálida. El desarrollo personal es un viaje sin fin. Siempre habrá algo más que aprender, algo más que mejorar. Pero no dejes que eso te desanime. En lugar de enfocarte en lo lejos que tienes que llegar, concéntrate en el progreso que haces cada día. Cada pequeño paso es una victoria.

Santiago se despide de Javier, sintiendo que ha recibido algo mucho más valioso que simples consejos. Ha descubierto que, detrás de la aparente seguridad de Javier, hay una historia de lucha, de superación y de crecimiento personal. Una historia que, en muchos aspectos, refleja la suya propia y le da la esperanza de que él también puede encontrar su camino hacia la paz interior y la auténtica seguridad.

 

José Pomares

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