Resulta que con demasiada frecuencia pensamos que la fórmula mágica del éxito es hacer para tener y así ser más y mejor. Y no creo que sea así.
O el SER está por encima de todo, o tendremos problemas.
Sabido es que al final del día hemos hecho muchas cosas, tantas que cuando llegamos a casa y tenemos unos minutos de asueto se nos ha olvidado quedarnos a solas y hablar con nuestro SER.
A veces es tan pobre nuestro dialogo interior que directamente ponemos la televisión o buscamos otro medio que simplemente haga que no reflexionemos y hablemos con nosotros mismos. De ahí el consumo de programas del corazón que hace que nuestra vida sea más plana que plena.
Todos, creo, tenemos la misma idea. Morir jóvenes lo más tarde posible. Pero la juventud es un estado del alma, no es una cuestión de la piel.
¿Es posible que hagamos mucho pero no nos paremos a pensar si hacemos bien?
¿Quizá será que no estamos acostumbrados a convivir con nosotros y preguntarnos por nuestra esencia (quién soy) para conformar nuestra personalidad (cómo soy)? No al revés.
Un mundo que no nos lo pone sencillo hace que sea difícil conocernos y crecer en un entorno tan acelerado y que antepone la cultura del reloj (tengo que robar tiempo al tiempo) a la de la brújula (¿pero sé adónde voy y si estoy centrado en mi camino?)
Insisto en que vivimos en una sociedad que proporciona de todo pero apenas nos llena nada. Y cuanta más vacía es una vida, más nos pesa llevarla. De ahí que a la mayoría de la gente no le guste su trabajo, se aburra con su pareja, abandone sus vínculos afectivos y en definitiva no le encuentre sentido a su vida.
Es entonces cuando con la cabeza baja esperamos que pase la crisis, que vengan mejores tiempos o simplemente que un golpe de fortuna haga que gire el timón de nuestra existencia.
Resultado, y acabo ya con el diagnóstico, que miramos y buscamos más en el afuera que en nuestro interior, y nos conformamos con vivir momentos placenteros y no luchemos por ser personas alegres.
Objeto de la reflexión de hoy es la diferencia entre la alegría y el placer.
Medite y descubrirá que la alegría es un sentimiento de consciencia (uno ES alegre). El placer es un estado emocional (uno SIENTE placer). Ser alegre es una decisión propia y existencial. Tener placer es un acto externo y momentáneo. ¿Será que nuestra sociedad precisa para su infinito consumo de gente placentera y no alegre?
Una persona consciente sabe que la alegría es vivir la vida. El placer es tener sensaciones de la vida. Cuando el placer se conecta con la alegría, eleva mi vida y es una manifestación hermosa.
Cuando vives el placer sin la alegría, te rebaja tu condición humana y te hace solo instintivo. Y comienza la adicción que llevará a la acumulación y por ende a la corrupción.
Hoy, que es el presente y por tanto un regalo de la vida, es momento de abrazar a la alegría. Que tu sonrisa ilumine el corazón de los tuyos. La alegría no es un momento a disfrutar, es una actitud a adoptar. Es una opción que depende de ti encarnarla.
Intenta comprender que la calidad de tu vida depende de la cantidad de tu alegría. Y la alegría no tiene que ver con la ausencia de problemas, con que me vaya bien o mal, sino porque adentro mío estoy convencido de que sé para qué vivo y lo que es importante y esencial en mi vida.
Sabiduría no proviene de saber (conocimientos) sino de sabor. El hombre sabio no es el que más sabe, sino el que aprende a disfrutar y vivir la vida.
Independientemente de los acontecimientos diarios, hay tres factores determinantes para vivir EN alegría.
Mi hábito deberá tender hacia todo aquello que nos permita nuestro desarrollo y crecimiento personal, para alimentarnos como personas, conquistando algo que se queda en nuestro interior y que antes no existía, invirtiendo en uno mismo. Una persona educada en su SER no es la que sabe más sino la que maneja bien su libertad buscando su desarrollo pleno y el de los demás.
Obligarme, no como sacrificio pero sí con esfuerzo, a vivir en el amor. Amar es querer el bien, y por consecuencia el desarrollo pleno de algo o alguien. Cuando me vínculo y pongo mi intimidad al servicio de los demás (pasar de una dualidad a una íntima unidad) en la que pongo amor, sentiré una inmensa alegría interior. Y si te enamoras de la vida la alegría brota sola.
Jamás olvidar el servicio a los demás. El servir no como habilidad sino como disposición. Nada puede habitar en ti que te proporcione más alegría que prestar tus manos para ayudar a crecer al ajeno. Decía en una preciosa reflexión R. Tagore «Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría.»
Objeto de análisis etimológico sería entonces la palabra alegría. Deriva del latín alicer o alecris, que significa «vivo y animado».
¿Será que la persona alegre es una persona que está eligiendo la vida, y que la alegría está escondida en todo ser vivo y que cuando escoge la alegría se está conectando con la esencia de la vida? ¿Y que cuando se aleja de la alegría también se aleja de la vida? Y tengamos claro que todo lo que tu abandonas, te abandona a ti. Nunca abandones tu alegría.
El precio será excesivamente caro.