¿Cuántas veces me han escuchado o leído las semejanzas que hay entre la empresa y la familia? Ya saben que la gran diferencia es que en el entorno profesional basta con el amor del comportamiento y en el hogar debe primar el del sentimiento.

Ahora, con este maldito bichito que amenaza la tradicional forma de vivir que teníamos en este mundo, es hora de una buena reflexión acerca de los valores que deben primar en ambos entornos para consolidar los vínculos y las relaciones.

Como creo que ya saben, me dedico a la mejora de las relaciones profesionales en las empresas mediante el crecimiento personal de sus componentes, pues cada día estoy más convencido que no podemos mejorar lo que hacemos si previamente no mejoramos como somos.

Siempre hemos de dar resultados. Correcto. Pero se nos presenta ahora un ambiente cambiante, de inseguridad, con una inestabilidad e incertidumbre a la que no estábamos acostumbrados. Y hemos de reinventarnos, aprender para desaprender y volver a aprender.

¿Cómo me gustaría a mí que me tratase mi pareja, y yo a ella,  (ponga aquí “jefe” si quiere aplicarlo a su trabajo) en esta nueva etapa que se nos avecina?

Para no extenderme en el artículo, le pido un ejercicio de reflexión. Yo voy a hablar de la pareja, y usted, si le apetece, vaya pensando en su entorno laboral y se dará cuenta que es aplicable en su totalidad.

Vamos a ello.

Quiero que me cuide, claro que sí, pero que eso no signifique anularme. Que su cuidado haga que explore dentro de mí, que me ayude a sacar mi mejor versión, e igualmente que me permita equivocarme. La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Pero el autodescubrimiento es el mayor de los aprendizajes. Y ese cuidado significa que esté a mi lado para reconocerme cuando así lo considere y reprenderme con ternura en aquellos momentos en lo que flojeé y decaiga. En la vida hay dos tipos de personas. Los que edifican y los que ponen piedras. Y cuando tenga que corregirme que lo haga sin resentimiento, que es como un veneno que tomamos a diario a gotas pero que finalmente nos termina envenenando.

Eso implica mi deseo de que me motive sin necesidad de empujarme, de permitir marcar mi ritmo a sabiendas de que nadie somos iguales y lo importante es visualizar la meta sin la obsesión de seguir el ritmo del otro. La unidad en lo esencial, que debe existir, no implica la uniformidad de las actuaciones. Con libertad. Y no hay una sola libertad; está la libertad del hacer (nuestros actos y actuaciones) y la libertad del ser (nuestra esencia). Para saber elegir bien hay que decidir y prescindir bien. La libertad es el privilegio de elegir lo mejor, no lo fácil. Se exalta la libertad en el hacer, pero se nos está olvidando enseñar y educar en la libertad de ser mejores personas. Por ello en lo esencial tiene que existir unidad, en lo importante libertad y en todo generosidad.

De esa forma te podrás acercar a mí pero sin invadir mi espacio. Siempre he defendido que en toda relación tienen que existir límites, y cuando se sobrepasan uno es más tendente a repetir que a rectificar. En ocasiones uno piensa, de buena fe, que debo meterme dentro de los límites que nos hemos puesto. La casuística es infinita, pero si cree que es lo que debe hacer, al menos pida permiso para entrar. De otra forma la relación ya no será entre iguales. Si la ciencia y tecnología (conocimientos) no van acompañadas de un crecimiento y desarrollo de la persona, se utilizarán para dominar y someter al subordinado, no para engrandecer al ser humano.

Y así me podrás abrazar sin asfixiarme. No quiero que me abraces ni me beses mucho, sino bien. Es verdad que todo inicio empieza deseando más cantidad. Hay que dar a nuestros hijos lo suficiente para que puedan hacer en la vida lo que quieran, pero no tanto como para que no quieran hacer nada. Pero hay un paso posterior, donde no todas las relaciones perviven, que da paso a la calidad y a la calidez. Que es la única forma de lograr intimidad, que es pasar de una dualidad a una íntima unidad entre las personas. De ese modo todo lo que das a otros te lo estás dando a ti mismo. Y todo lo que abandonas te acaba abandonando a ti. El peor de los pecados es el de omisión (no aquello que has hecho mal sino aquello que has dejado de hacer pudiendo ser capaz de hacerlo)

De esta forma confiarás en mí sin tener que exigirme, porque la confianza no implica contraprestación ya que es una entrega. Y la entrega no se exige, se regala. Confiar no es algo que se tenga como objetivo hacer, sino que te pasa con determinadas personas como si surgiera la magia. Y sin confianza no hay transparencia, simplemente apariencia. No hay convicciones, sino conveniencias. Sin confianza a la gente le podemos interesar, pero no importar. De todas las cosas que podemos perder en la vida, la que más cuesta recuperar es la confianza

Y con confianza podemos opinar, pero no aconsejar. Como quiero que hagan conmigo. Los consejos no son nunca para seguirlos, sino para tenerlos en cuenta. De esa forma también podrás escucharme sin necesidad de juzgarme. Y hacerlo con tacto  que es la habilidad de que el otro vea la luz sin hacerle sentir el rayo. Porque en caso contrario, prejuzgamos antes de poder explicarnos. El secreto de la convivencia no es hablar mucho, sino que el otro se sienta mejor escuchado. Quienes están a nuestro alrededor nos escuchan, pero mucho más nos miran. Habla, pero sobre todo da ejemplo. El mundo cambia con tu ejemplo, no con tu opinión. Cuando para ti tienen más valor las opiniones de los demás que las tuyas propias, te transformas, te anulas y sufres

Implantar este mensaje en las empresas en los tiempos actuales es apasionante. Si quiere que hablemos de la forma de hacerlo, estaré encantado. Y me permite, al conocer personas, descubrir sus carencias y defectos. Siempre con la premisa del título de este artículo para poder seguir creciendo.

Lo que no me gusta de ti, lo corrijo en mí.