Una gran amiga me comentaba en fechas recientes que no había superado el trauma de un despido que le habían hecho hacía ya años.

Incluso sus sensaciones y emociones eran hoy aún de más rabia, incomprensión e ira que cuando el hecho se produjo, ya que seguía sin entender los motivos y la injusticia de la decisión.

Sabía que la conversación no era para que yo le aconsejara (los consejos están simplemente para escucharlos, no para hacerles caso) sino más bien para desahogarse. Hasta que llegó el obvio …  ¿y tú qué opinas? ya que esperaba de mi alguna respuesta o aportación.

Antes de responder, le advertí que pretender aportar a alguien que lleva miles de horas recapacitando sobre los hechos, sus hechos, sobre su problema, que no el mío, en apenas tres segundos de asimilación de las circunstancias, era una ilusión utópica de la necesidad de consuelo y ayuda.

Por eso soy tan poco amante de opinar sin antes no haberme dado la opción de reflexionar y pensar. Como ya dije en su día, la opinión está matando al pensamiento, dado que todos somos capaces de verter nuestra opinión sobre cualquier tema por desconocido y complejo que este sea, pero pocos se han molestado en formarse, reflexionar y tener un criterio habiéndole dedicado el tiempo y la formación debida.

Y no encontré símil mejor que el del amor y el desamor para colaborar a la reflexión del despido de mi amiga y ayudarla a la gestión del rechazo producido.

Cuando alguien entra en una empresa, cuando iniciamos una relación, debe ser consciente de que el juego del amor no es fácil, que vas a sufrir y que un día, probablemente, llegará el desamor, que aún es más complejo de gestionar. Y cuando una empresa o persona manifiesta que ya no te quiere … ¿Por qué seguir enganchado a esa relación? Si me deja me muero … ¿les suena?

Y sin ser cierto el desenlace, porque no te vas a morir de desamor, si es verdad que es el dolor más parecido a la muerte, y por eso se utiliza la palabra duelo para sobrellevar ese tránsito de tiempo. La persona (empresa) que no te quiere te expulsa de su mundo., no importa las palabras que utilice, no existes más, ya cumpliste y la obra sigue sin ti, pero tú … no entiendes el rechazo y te quieres quedar.

Todo duelo empieza por una negación, de cómo me ha podido pasar esto a mí, para seguir con una ira por los acontecimientos injustos que pienso que me han ocasionado, pasando luego una fase de negociación, conmigo mismo y con el ajeno, y que acabará con una aceptación de los hechos o una depresión por no haber superado ese trance.

Y si es así, aún insisto, quiero volver, quero seguir, buscando … ¿el qué? ¿el rechazo?

Es cierto que no es fácil en ocasiones aceptar los acontecimientos de la vida. Y esa no aceptación puede ser pasiva (cayendo en el resentimiento o en la resignación) o activa (muriendo en la rebeldía o la resistencia). Todas ellas malas opciones para seguir viviendo sanamente, sin duda.

Vayamos a la otra opción. Deja entonces de amar y pensar en la empresa o persona que te ha expulsado de tu vida. ¿Qué fácil de decir, verdad?

El problema es que en el amor no existe el libre albedrio, el amor es algo que sucede, más allá del estado del enamorado, es una mezcla de libertad y condicionamiento. El condicionamiento es debido a que no te puedes enamorar de cualquier persona, ya lo tienes en la cabeza, estoy condicionado a las personas a las que puedo amar, a las empresas que me cuadran con mi forma de pensar, sentir y actuar, no a cualquiera.

Pero la libertad es la elección que tengo a entregarme y comprometerme o no a ese condicionamiento ya que quizá me enamoro de alguien que no me conviene, por sus formas, entorno, cultura, educación, … lo mismo que en la empresas.

El amor (cámbielo por el trabajo si quiere), en todos los aspectos de la vida, es tan importante porque te hace sentir que estás menos solo, el ser humano está condenado a una soledad eterna, y con el amor no se siente tanto, tapa esa soledad inevitable, y cuando alguien te abandona y te devuelve a tu soledad te crees morir.

Nunca estamos más en riesgo que cuando nos enamoramos. Y algunos le tienen miedo y eligen el amor sin compromiso (siga cambiando el amor por el trabajo si quiere). Simplemente el cumplimiento de normas. Pero esas personas se condenan a relaciones con felicidad muy pequeña. Si juegas un partido intrascendente la alegría no es máxima. El juego del amor se vuelve transcendente cuando si se pierde importa. Es una final que se juega todos los días.

¿Y no es mejor quedarte en un lugar seguro aunque no lo disfrutes? Lo seguro no es seguro, es terrible. Y lo mismo la comodidad, que es el cementerio de la conciencia. Las cosas importantes de la vida son incómodas, si no estás inquieto es que no estas haciendo nada importante.

El amor requiere de una permanente construcción, puede surgir de un deseo, pero no es igual de profundo y satisfactorio. En caso contrario, en el de dar más importancia al enamoramiento primerizo que al amor, caeremos en una idea romántica y errónea de que conmigo tienes todo.

Puede ser mucho, pero nunca todo. El ser humano no es completo, nació para vivir en falta, necesitamos a los demás para estar vivos. Y de ahí mi permanente obsesión de la importancia de los principios y dejar las cosas claras desde el inicio. Las relaciones van forjando su dinámica desde el comienzo. Al principio es donde uno tiene que marcar que sí y que no es válido en las reglas del juego. En caso contrario se convierten en hábitos y es mas complejo rectificarlos y deshacerlos.

Al principio para gustar al otro haces el esfuerzo de ser mejor. Al inicio el enamoramiento es fácil, pero el amor es muy difícil. Al comienzo el otro es más importante que tú, pero eso no es así. Cuando pasa el tiempo uno recupera el amor propio y se da cuenta que la lealtad es para con el otro siempre y cuando me corresponda y el compromiso es siempre y sólo con uno mismo.

Y acabé diciendo a mi amiga. El humillado no erotiza a nadie. Deja de quejarte. Cambia tu actitud. Y la próxima vez, si alguien o algo te deja, piensa que la vida siempre tiene un as en la manga a tu disposición. Y tienes que volver a jugar. A riesgo de poder volver a perder. Pero lo que has aprendido es lo bonito del juego de la vida.

José Pomares

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