Cuanto más claro tengo las cosas, mayor conciencia tengo y a mayor conciencia, mayor conocimiento y eso nos lleva a un mayor compromiso en la vida. Lo contrario sería crecer en la confusión, lo que me provocaría indiferencia y por ende insatisfacción.
Al compromiso no se llega con arengas sino con la claridad interior de la paciencia a través de la palabra. La paciencia es la prueba de fuego de la resistencia emocional. Y conviene no confundir paciencia con pasividad. Paciencia no es esperar quieto a que las cosas sucedan. Es actuar insistentemente en una determinada dirección provocando que ocurran cosas. Pero a veces el tiempo en que ocurren no depende de nosotros mismos
Y a nadie se educa con arengas, ni con gritos sino con la claridad de la palabra permanente que abone su corazón.
Pero no nos enseñan así. En muy pocas escuelas se enseña en valores; de optimismo, determinación, actitud positiva, compromiso, trabajo en equipo, oratoria o motivación… con el fin de que tengamos CONSISTENCIA PERSONAL.
La consistencia personal comienza con la CONVICCION, que nada tiene que ver con la conveniencia.
Tener claro lo que quiero y lo que hago ¿estoy donde quiero estar? ¿Y sé quién soy yo? ¿Y cuál es mi sueño? Quién soy, para qué estoy y a dónde voy. Nuestra definición, nuestra visión de vida y nuestra aspiración. Y ello hace que nuestras DECISIONES sean coherentes.
Esa convicción dará lugar a que tengamos CONFIANZA
Yo no puedo ayudar a que nadie confíe en mí si yo no confío en mí mismo previamente. Eso hará que tenga DETERMINACION en todo aquello que realice (avanzar y superar las adversidades).
Para de esa forma tener COMPROMISO, que siempre es a uno mismo. La lealtad es al otro.
Y así conseguir que mi DEDICACION a lo que haga sea plena y no plana.
Lo contrario es la INCONSISTENCIA PERSONAL.
Esta empieza con la INDIFERENCIA que hace que olvidemos lo esencial para centrarnos en lo accidental. Siempre atendiendo a lo urgente en vez de a lo nuclear que nos hace crecer, a lo importante.
Y no conozco a ningún indiferente que permanentemente no tenga una enorme dosis de INSATISFACCION ya que nunca alcanza lo que necesita, y la culpa es siempre de otro, lo que a su vez genera la INSEGURIDAD, ese miedo a perder lo que tienen, no se anima a hacer cambios, sólo lo fácil …
Insisto y advierto al inicio de una conferencia, que lo que voy a decir ya lo sabemos.
Pero una cosa es saberlo y otra, la complicada, hacerlo y creerlo.
Sé que es malo fumar y debo dejarlo, pero ahora ponte a hacerlo. Los manuales de la teoría de la vida casi todos los tenemos claros, la práctica es otra cosa. Por ello, todo conocimiento que no se transforma en vida, acaba siendo inútil e incluso perjudicial para nuestras vivencias.
Santo Tomás Apóstol decía “necesito ver para creer. San Agustín “cree y entonces verás”
¿Con cuál se queda usted?
No conozco a ningún empresario o emprendedor que no sea de San Agustín.
Saber, hacer y creer. Tres claves que deben ir unidas para lograr los objetivos propuestos.
Que a su vez me recuerdan a las diferencias entre ser, hacer y estar.
Hay quien dedica buena parte de su vida a estudiar su ser. Otros, en contraposición, le dan más importancia al hacer. Y muchos nos olvidamos que la clave permanece en el estar.
Si solo te centras en el ser te puedes perder en el adentro, y si tu vida la fundamentas en el hacer correrás el riesgo de que te inunde el afuera. En ambas circunstancias, es difícil que se logre el estar bien.
Hay que ser sin dejar de hacer y hacer sin dejar de ser, con la finalidad de lograr tu bien estar y vivir así el presente.
Busca ser donde estés y estar donde seas, sólo así serás feliz, porque vivir no es un acto a ejecutar, es una actitud a adoptar, y de ti depende.
Continuamente vemos depresiones por motivos del pasado y ansiedades por un futuro incierto, y mientras tanto no vivimos el presente que como su propio nombre indica es un regalo.
¿Pero cómo podemos estar bien si muchas veces no le damos sentido y profundidad a nuestras habilidades cotidianas?
Si no dedicamos silencio, serenidad y sentido a nuestro ser, significado a nuestro hacer y transparencia, ternura y tiempo a nuestro estar, será difícil que no pasemos día tras día pensando que lo único que nos queda es ganarnos la vida, pasando de un sentimiento primario de nuestras actuaciones a un resentimiento mediando en el medio el acostumbramiento y la rutina que quita ilusión, pasión y sentido a nuestra existencia.
¿No será que la clave consiste en pasar de ganarnos la vida, a crearla y celebrarla?
Si nos quedamos en ganarnos la vida siempre actuaremos bajo una perspectiva cuantitativa de la misma, y en este mundo acelerado pensaremos que la felicidad consistirá en la cantidad de cosas que podamos obtener con lo que ganemos.
Un paso importante será pasar a crearnos nuestra propia vida, con los cual conseguiremos ser mejores y dar nuestra mejor versión, a sabiendas que hemos de dar prioridad a ser excelentes que a tener éxito, pues lo primero siempre dependerá de nosotros y en lo segundo intervendrán factores externos que no siempre podremos controlar.
Pero debemos entender que hemos de conseguir celebrar diariamente la vida, porque somos parte de una totalidad y el bien no se puede conjugar en singular, sino que lo que nos hará plenos será celebrar el bien con los demás. Y esto lo puede aplicar en su entorno personal o laboral. Así se van haciendo familias y empresas conscientes y no simplemente basadas en lo material o en la consecución de logros.
No es cuanto hago sino el amor que pongo en aquello que hago. No es ser motor de nuestras acciones sino imán que contagie a los que están con nosotros.
La continua preocupación por los resultados agota y mata las vivencias.
Si basamos nuestra vida en una concepción materialista de la misma, nuestro ego nos dominará y acabaremos sumidos en el deseo y en el control
El deseo por tener lo que no tengo, ser lo que no soy y estar donde no estoy.
Se nos olvidará mirar el aquí y el ahora.
Y el control hará que todo nos afecte ya que estaremos pendientes de no perder lo que tenemos, hacer que los otros sean como queramos y controlar el estar de los demás.
Y nos alejará del presente obsesionados por las nostalgias del pasado y la incertidumbre del futuro.
Al vivir de esta manera te agotas porque toda la vida la centras en la velocidad (hacer mucho) y no en la profundidad (hacer bien)
Y nos enredamos en la mente, nos empastamos en nuestras emociones y nos volvemos adictos a ellas y nos aceleramos en la voluntad porque salgan las cosas cuando nosotros queremos.
Nuestra mente todo esto lo sabe. Ahora falta que lo creamos con el corazón y lo hagamos con nuestra voluntad. A por ello.