Siempre he creído que peor es el dolor espiritual que el físico. Éste, para nada deseable,  atiende al presente. Sin embargo el espiritual, siendo doliente en el momento que se padece, tiene sus raíces en sucesos pasados y nos angustia en cómo se desarrollará en el futuro. Y es más complejo de gestionar.

Debido a mi actividad profesional, es frecuente encontrarme con trabajadores o directivos que no se encuentran en su mejor momento. Desmotivados, infravalorados, con la autoestima por los suelos y sin lograr hacer equipo en sus organizaciones. ¿Hay antídoto para este virus?

Como siempre, lo buscamos fuera de nosotros cuando está en uno mismo. Ya que yo no puedo cambiar al otro, sea mi pareja o mi jefe, voy a intentar que la solución esté en mí.

Desconozco su edad, pero seguro que ha estado enamorado. Es posible que al conocer al amor de su vida pensara,… ¡¡¡ no se me va a escapar¡¡¡

Y, valga simplemente como ejemplo, para evitar la posible pérdida a futuro se juró regalarle todas las semanas una rosa, o dicho de otra forma, su mejor versión.

Es más, para que el factor sorpresa nunca decayera, se la entregaría cada semana en un día distinto para que no estuviera esperando la rosa un día concreto y matar así la magia de la sorpresa. Y para conquistarla para siempre, además de cada semana en un día distinto, también sería de un color diverso. Así una vez sorprendería un martes con una rosa roja, un viernes con una rosa blanca, etc.

Seguro que nadie le pidió tan excelso detalle. Pero usted no se conformaba con ser una pareja o trabajador 10, quería llegar al 12 como mínimo.

Ahora póngase en el mundo empresarial.

Imagine que lleva años en el paro, o en un trabajo que le agobia y aburre. Y le llega la oportunidad de empezar en otro. O simplemente es su primer trabajo.

Posiblemente haría lo mismo que el enamorado. Empezaría siendo no sólo un trabajador 10 sino que querría ser un 12. Las horas que hagan falta, a máxima intensidad, con ilusión y esperanzas renovadas…

Nadie se lo pidió, pero usted lo hizo. Con las mejores intenciones.

Ocurre que quizá el factor más motivante pero menos ejercido es el reconocimiento y la valoración  de nuestras actuaciones por parte de nuestros superiores. Pero no lo recibe (aspecto éste que jamás entenderé). Aunque es más difícil ser amable que inteligente. La inteligencia es un don, la amabilidad una elección.

Y así, lo que empezó haciendo con todo su sentimiento, da paso al acostumbramiento y con posterioridad acaba en resentimiento.

Si su pareja no aprecia ya la rosa semanal, si su jefe no le valora el esfuerzo laboral,… ¿para qué hacerlo?

Y aquí empieza el error más común en las relaciones, ya sean laborales o familiares.

Vamos a castigar al prójimo. Se acabaron las rosas y el esfuerzo en el trabajo.

Seguro que la primera semana sin rosa, sin su mejor versión, su pareja no se dará ni cuenta, al igual que su superior cuando no sea el crack anterior. La segunda semana es posible que eche en falta la rosa o que le vean despistado en el trabajo. La tercera habrá algún enfado en cualquiera de los dos entornos.

Pero lo cierto, no se engañe, es que su pareja y su empresa van a seguir adelante, con o sin usted, y lo único que habrá conseguido castigando con su desaire al ajeno es pasar de ser un cónyuge o trabajador 12 a un 3 o 4.

¿De verdad piensa que el castigo es para el otro?

Ante nuestro enfado dejamos de dar lo mejor de nosotros mismos. Ya no nos entregaremos con el mismo afecto a nuestra pareja,… ni a nuestro cliente. Ese trato que teníamos al principio con toda dedicación, atenciones, preocupaciones acaba desapareciendo si no nos sentimos… valorados.

O simplemente por la rutina del paso del tiempo. Nadie nos exigió esa entrega, pero al no sentirnos reconocidos nuestra actitud acaba siendo la del simple cumplimiento de un contrato, olvidándonos de nuestro compromiso.

Y es cierto que tanto la empresa como la pareja pueden seguir adelante, pero no sigue igual. Falta su magia. Todos pierden. No lo haga.

Aunque sea sólo por usted,  por su ilusión, por vivir sus sueños, por esperar ese día de la semana en el que llevar su rosa, por volver a vivir.

Y aparecerán, como por arte de magia, los beneficios de su actitud. Seguro. Hay que perder muchas veces para saber ganar.

Un trabajo, una relación, cualquiera que sea, está compuesto de un 10% de cumplimiento y 90% de compromiso.

Pocas empresas fracasan porque sus trabajadores no cumplan. Pero en  ningún contrato laboral hay una clausula donde figure el entusiasmo, la alegría y la pasión que se va a poner en el mismo.

Y eso es misión del entrenador y el equipo directivo. En caso contrario, tendrá un equipo basado en la  OBEDIENCIA (en el Pensar) viviendo  la vida como una OBLIGACIÓN (en el Sentir) y quedándose  en el CUMPLI-MIENTO (en el Actuar).

Y harán  sólo lo correcto y lo que se debe hacer, cumpliendo en función de no tener problemas.

No hay protagonismo, hay PASIVIDAD. Son personas reemplazables. El cumplimiento siempre es al otro, no a uno mismo.

Cada vez hay más directivos que apuestan por otra forma de llegar a los resultados que es anteponiendo el valor y la educación de las personas y su libertad. Una cosa es educar la libertad, enseñando normas, y otra cosa es enseñar la libertad contagiando valores.

Si la libertad no está en función de la unidad, caemos en el INDIVIDUALISMO (el veneno de la conciencia colectiva). Si la libertad no está en función de la generosidad, caemos en el EGOISMO (el veneno de la conciencia personal)

La vida no es un acto a ejecutar, es una actitud a adoptar. 

Se trata de usted. Si lo que ha hecho es conforme a la actitud de lo que quería hacer, siempre ganará. Si se ha dejado algo por el camino es una derrota. Todo lo que usted abandona, le acabará abandonando a usted.

Necesitamos empresas, empresarios y trabajadores que hagan un hogar de su empresa, no una casa. En una se producen convivencias, en otra simplemente se convive.  Los vínculos son el lugar de la realización del alma. El 80% de nuestro tiempo lo vamos a pasar en nuestro puesto de trabajo. La riqueza de un compuesto depende de la pureza de sus componentes (apliquen esto a los integrantes de un grupo humano y nos quejaremos menos de la competencia, la bajada de los precios y la crisis).

Y cada vez más necesitamos explicar estos conceptos en nuestro entorno empresarial.

Hay un éxito que precede al éxito. Su actitud. Y si alguien le hace daño, déjelo ir. El otro hace, no me hace. A veces hay que olvidar lo que uno siente y recordar lo que uno vale.