En cierta ocasión, una niña de corta edad quería saber cómo y de qué forma había nacido. Para ello, preguntó a su papá sobre las particularidades del acontecimiento. La respuesta del padre fue similar a la que hubieran dado muchos en su situación:
–Pregúntaselo a mamá, hija.
La niña, por supuesto no conforme con la respuesta, acudió a inquirir a su madre sobre los pormenores. Y mamá, mucho más acostumbrada a lidiar en estas lides, contestó:
-Mi vida, un día deseaba tanto tenerte que fui a dar una vuelta por el campo. Y en el paseo, descubrí la más linda rosa que jamás había visto. Tan bella era que la corté con cuidado y al llegar la noche la deposité con sumo amor en mi mesilla. A la mañana siguiente, como si de un milagro se tratase, ya no estaba la rosa sino que apareciste tú. El ser más bello que jamás haya conocido.
La pequeña criatura se dio por satisfecha con la explicación.
Es más. Tan bello le pareció el gesto de su madre que también quiso ser mamá. Esa misma tarde, apresurada, fue a dar una vuelta por el campo. Y, como si la estuviera esperando, allí apareció ante sus ojos una rosa preciosa, la más bonita que jamás había visto. Con la misma delicadeza que suponía que hizo su mamá en su día, la cortó, la puso en sus manos y sin parar de decirle palabras de amor esperó paciente a que llegara la noche para dejarla al lado de su cama, con la ilusión de que al amanecer pudiera ser madre y cuidar de su bebé con la misma ternura que ella había sido tratada.
Al salir el sol, nadie sabe cómo, la rosa había desaparecido y en su lugar había… una cucaracha.
A la pequeña le repugnó la visión. La cucaracha era fea, rojiza, grande y repulsiva, pero… era su hija. Y como tal, día tras día la cuidó con cariño, esmero, delicadeza, y todo el amor que en la niña había para con su, aunque feo, bebé.
Y así estuvo con ella hasta que un buen día desapareció. Aun teniendo ese bebé tan raro, la pequeña quedó triste porque se había acostumbrado a ella, creía en verdad que era su hija y así había vivido, aún engañada, dando lo mejor de sí.
Cuando me contaron esta historia, me recordó a una situación tanto personal como profesional que tristemente se repite con frecuencia.
El desconocimiento de una verdad, te hace esclavo de una mentira.
Es nuestra obligación y responsabilidad descubrir si estamos, aún de buena fe, conviviendo con cucarachas que nos impiden disfrutar de la esencia de la vida y aplicar nuestros talentos a lo que nos permita crecer y desarrollarnos con plenitud.
Me gustaría centrarme en el análisis de una “cucaracha” que observo con demasiada frecuencia.
Señor trabajador. Si algún superior le dice “tú no estás aquí para pensar” sepa que esa mentira no le debe condicionar su modo de trabajar y vivir. No hay avance sin duda y curiosidad, sin hacernos nuevas preguntas que nos reporten novedosas respuestas.
Si a la habilidad de su labor no le suma la profundidad de descubrir el sentido de lo que hace tarde o temprano se va a aburrir. Haga lo que haga y tenga la profesión que tenga. Piense. Sea creativo.
En su día me entusiasmó el método creativo de la factoría Disney.
Escoja un problema o una situación con la que se vaya a enfrentar y piense sobre el mismo.
Adopte la posición de un soñador. Su papel es el de generar una lluvia de ideas y todas las posibilidades y alternativas que se le ocurran. No las analice ni evalúe. Simplemente apúntelas. A continuación, puede hacerse preguntas como:
¿Qué quiero lograr? ¿Cuál es mi propósito? ¿Cuáles son los beneficios? ¿Cómo sabré que los tengo? ¿Cuándo espero obtenerlos? ¿Adónde quiero que me lleve esta idea en el futuro?
Pase a la posición de un realista. Esta fase por lo general implica la organización de sus ideas.
A continuación, hágase preguntas como:
¿Cuándo estará completado el objetivo? ¿Quién o quiénes van a estar implicados? ¿Cuál será el primer paso? ¿Y el siguiente? ¿Y el siguiente?… ¿Cuál será la información que me indique que estoy avanzando o retrocediendo? ¿Cómo sabré que mi objetivo ha sido alcanzado?
Una vez terminado pase a la posición de crítico. Esta es muy importante ya que sirve como un filtro y como un estímulo para el refinamiento de esa idea. En esta etapa, tendrá que comprobar y evaluar el plan. Y ahora puede preguntarse:
¿A quién afectará esa idea? ¿Qué necesidades y recompensas tienen las personas afectadas? ¿Por qué razón alguien podría objetar esa idea o plan? ¿Qué aspectos positivos existen en la actual forma de hacer las cosas? ¿Cómo podría preservar estos aspectos cuando se lleve a cabo el plan? ¿Qué le falta al plan? ¿Qué necesita en su estado actual?
Después que haya terminado con las tres posiciones perceptivas diferentes, vuelva a la posición del soñador.
Cambie el plan de forma creativa para disfrutar de lo que haya aprendido desde el realismo y la crítica. Continúe con la ejecución a través de las tres posiciones hasta que crea que el plan se ajusta congruentemente entre sí.
Ser creativo y convertir las ideas y sueños en realidad no es exclusivo del don de unas pocas personas.
Piense. Si lo que está haciendo hoy no le acerca a donde quiere estar mañana, los esfuerzos que haga posiblemente queden en la resignación.
¿Será que uno de los grandes problemas de hoy es la multiplicación de los medios y la confusión de los fines?