Haga una prueba. Si su hijo saca un 10 en literatura, varios 5 en otras asignaturas y un 0 en matemáticas, estoy seguro que nuestros ojos y preocupaciones van directamente al 0, a pensar que hay que subir los 5, y ya apenas queda tiempo para la alegría del 10.
Es más, si tenemos posibilidades económicas, las opciones de contratar a un profesor particular de matemáticas para nuestro hijo son de un 95%. ¿Qué conseguimos con eso? Educar en las debilidades, en aquello en lo que nunca vamos a destacar porque no tenemos talento para ello.
Pensemos al contrario. Si nuestro hijo ha sido capaz de sacar un 10 en literatura con sus propios medios, si tiene el talento para haber sido excelente sin ayuda externa, ¿no sería más lógico ponerle un profesor particular en literatura? ¿No se lo merece?
Nadie es un genio de todo, nadie es bueno en todo. Nos empeñamos en educar en las debilidades en lugar de focalizar nuestras potencialidades. Qué hubiera sido de la humanidad si los padres de Mozart se hubieran empeñado en que el niño dejara la música y se centrara en la biología que había suspendido, o si Einstein hubiera tenido que sufrir clases particulares de gimnasia porque no llegaba al 5 en lugar de seguir potenciando las matemáticas.
El sistema educacional de hoy en día mata al creativo y a la creatividad (y por extensión a los sueños y al talento). Los niños salen mucho menos pasionales al acabar la primaria que al empezarla, y nadie va a ser mejor persona ni va a llegar más lejos por saberse de memoria la lista de los afluentes del Guadalquivir.
Va siendo hora de decir “no” a la cultura del promedio. La educación no es meter información a los alumnos, es extraer sus potencialidades. Y no es que se sepan todas las respuestas, es que les formemos para que sepan hacerse preguntas.
Estamos obsesionados por potenciar el coeficiente intelectual (lo cual me parece bien), pero olvidándonos del coeficiente emocional. Y la inmensa mayoría de las decisiones de nuestra vida se toman en base a nuestras emociones, no de nuestra inteligencia.
Hay 3 derechos fundamentales de todo ser humano. La prosperidad (casi todos nacemos con las mismas posibilidades, no con las mismas oportunidades), la paz (pero a nadie le dan clases de perdón, de humildad, de generosidad, …) y la felicidad (pero no nos enseñan a ser felices). Tenemos casi todos los remedios para los males del cuerpo cuando ya se han causado pero ninguna formación en ser feliz.
A su vez estamos compuestos de aspectos biológicos (necesitamos alimentarnos), sicológicos (tenemos alma que es la suma de la inteligencia y la voluntad) y espirituales (buscamos algo superior a nosotros mismos)
Por tanto, la educación por la que tenemos que luchar es la que nos enseñe desde la biología a ser productivos, nos desvele las emociones desde nuestro aspecto sicológico y las creencias para ser feliz desde nuestra rama espiritual.
Porque luego crecemos y, aplicado al mundo laboral ¿Cuánta gente es feliz en su puesto de trabajo? ¿Cuánta gente está de verdad dónde aspiraba a trabajar cuando acabó sus estudios?
Es frase acuñada por todos el “querer realizarnos”. Realizar viene de realidad. Y cada uno tenemos de manera original nuestra propia realidad. Es uno de los factores que nos distinguen de los animales.
Así pues, todos tenemos nuestro derecho y obligación de buscar nuestra plenitud basándonos en las aspiraciones, sueños y deseos personales. Y esos son únicos. De ahí que las profesiones o trabajos no den en común la “realización personal”, sino que ésta dependa de que cada uno haya encontrado la realidad que buscaba y quería lograr.
Y por ello, a vidas iguales hay felicidades distintas. Pero hay un factor determinante para lograrlo. Tener la voluntad y la fuerza de luchar para conseguirlo.
Hoy quiero resaltar el optimismo como un valor moral del ser humano. Optimista no es el inconsciente que no se da cuenta de lo que pasa en el mundo y siempre anda “feliz”. El optimismo es un estado natural. El pesimismo, su peor enemigo, es adquirido.
Nacemos optimistas y adquirimos pesimismo. Mire y observe a un niño pequeño. Se despierta, come, juega, habla… lleno de optimismo. No se plantea que las cosas le vayan a salir mal. Es después de su trato con los adultos cuando se convence de que hay todo un nuevo estado, adquirido, de probabilidades de que su vida no vaya a ser tan ideal como pensaba. Necesitamos regresar al niño pasional que llevamos dentro.
Es por tanto una discapacidad adquirida. Compramos el negativismo. Sin embargo los pesimistas tienen una frase perenne en la boca: “Sé realista”, que para ellos equivale a decir “no se puede, olvídate de la idea”. Como ya hemos visto, craso error.
Optimista es cualquier persona que piense que deba ser mejor. Son los que aprender a ser felices con lo que NO tienen, no con lo que tienen. Vean unos juegos paraolímpicos y verán la demostración de optimismo, fuerza y voluntad que hay allí congregada.
Y haga una cosa. Piense en sí mismo. Piense en que sólo en usted radica la clave del éxito, que sólo dedicándose tiempo podrá dar tiempo de valor a los demás, que sólo con su formación podrá entrenar a su equipo, que sólo con su felicidad podrá hacer felices a sus seres queridos.
Quiérase a sí mismo. No, no es malo. Lo otro, la adoración y veneración a uno mismo se llama egolatría.
Tenga fe. Sinónimo de confianza. Y abandone la esperanza. La esperanza radica en la espera. Y no es tiempo de verlas venir. Es tiempo de optimistas. El optimismo te hace invencible. Todo el poder está en ti. Piense. Nunca habrá conocido a un líder que no haya sido optimista, que no haya trasmitido optimismo a sus seguidores. Y no me refiero sólo a esos líderes de excelencia de todos conocidos. Piense en ese ser querido del cual todavía se acuerda hoy que le impregnó de amor, de confianza, de fe, de seguridad, … ¿Era optimista?
Ánimo. Con este artículo, sólo he querido demostrarle una cosa. Si lo ha leído hasta el final, enhorabuena ¡Usted es un optimista. En caso contrario, ni lo hubiera abierto. Y más ánimo aún. Nuestros políticos, dirigentes, sindicatos… están viendo las posibles soluciones para salir de esta situación. Es nuestra clase dirigente. Es nuestra esperanza. ¿Y qué les decía antes?
Que uno tiene que aprender a ser feliz con lo que NO tiene.
José Pomares
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