Amen. Así. Sin tilde

Quizá por la herencia judío-cristiana de la que venimos, estamos acostumbrados a identificar esta palabra llevando tilde. Amén, como saben, significa “así sea”

Pero yo me quiero centrar en su significado sin tilde, como presente del subjuntivo del verbo amar. Es obvio que podríamos hablar de distintas clases de amor, pero dentro del foro en el que estoy, me quería centrar en el amor en la empresa. ¿Es posible? No parece que el amor sea una realidad en el mundo de los negocios. Sin embargo, el amor está presente en todas las facetas de la vida del ser humano y obviamente, al ser intrínseco en él, también en las organizaciones empresariales al estar compuestas de personas

El primer problema es que el amor se entiende como una emoción o sentimiento pero no como un valor, que al encarnarse en uno adquiere la función de virtud que las personas deben vivir en sus relaciones, sea cual sea el entorno en el que convivan.

Ya se decía en la Grecia clásica que el amor era querer, desear y propiciar el desarrollo pleno de la otra persona. En las empresas me suelen decir que toda compañía tiene que dar beneficios. Y punto. Y yo les suelo complementar aportando que todo beneficio debe tener un propósito, y que si educamos a nuestros subordinados haciéndoles ver que el único propósito debe ser mercantil, luego no nos extrañe que se vayan a la competencia simplemente por un salario algo mayor, porque es en lo que les hemos educado, sin otro propósito.

Si los directivos no ven a los trabajadores como individuos únicos y valiosos sino como herramientas que pueden descartarse cuando ya no son necesarias, los empleados tampoco verán a la empresa como algo con más valor o significado que ser una pagadora de sueldos.

Debemos ser cómplices entre nuestro propósito y nuestro lenguaje, poniendo el corazón y la mente al servicio de nuestras sanas intenciones que, desde una labor de dirección, deben centrarse en querer, aportar, valorar y sacar la mejor versión de todos y cada uno de los miembros de nuestro equipo. “Ama a las personas y utiliza a las cosas”, no al revés. Y más, en el mundo de los negocios, porque sino lo acabaremos pagando caro.

Al final, somos lo que dejamos en el corazón de las personas. Y para ello hay que amar a los nuestros. Tenemos que invertir el tiempo necesario para escuchar al otro, en ocasiones no para responderle sino para comprenderle, dejar de buscar culpables y enseñar en ellos la responsabilidad para elevar su calidad, ser cada día mejores para servir y hacer mejores a los nuestros y, en definitiva, entender que tenemos la misión sagrada y consciente de ayudar a nuestros subordinados a progresar en toda su plenitud. Y eso, sin amor, no lo va a conseguir.

Toda la oscuridad del mundo no puede apagar una vela. Porque se ilumina desde dentro, como todo aquello que es verdadero en nuestra vida.

Si amas a alguien, demuéstraselo en vez de decirlo. Pero si no amas a alguien, díselo en vez de demostrárselo. Yo no soy quien para reflejar pautas de actuación para la consecución de fines, ya que en la vida las reglas no siempre funcionan pues cada uno somos distintos, y los consejos están para escucharlos, no tanto para seguirlos.

No obstante, las actitudes que a continuación expongo me han servido en pro de conseguir los objetivos que estamos hablando, bien entendido que anteponiendo el ser al tener y las convicciones a las conveniencias y siempre, poniendo mucho amor a la hora de hacerlas.

Comprender al otro.  Lo que es importante para la otra persona, debe ser tan importante para nosotros como lo es esa persona. Con la globalización y la tecnología, hemos creado un mundo que acorta distancias pero no crea cercanías. Nada como una buena conversación cara a cara. El arte de dialogar es hacerle sentir a la otra persona que está siendo bien escuchada.

Prestar atención a las pequeñas cosas. En una relación, las cosas grandes son las cosas pequeñas. El amor tiene gran valor. No lo esperes de quien no tiene valores. No se recoge lo que se siembra, sino las consecuencias de lo sembrado. Solo los buenos sentimientos nos unen, jamás el interés logró vínculos sanos y estables

Mantener los compromisos. No hacer nunca una promesa que no se pueda mantener. Nadie discute que sus subordinados le harán caso y cumplirán las normas. Faltaría más. En caso contrario saben que serían despedidos. Pero la ilusión, el optimismo, la alegría y la pasión con que hagan las cosas eso no hay cláusula contractual que lo imponga. La entrega no se exige, se regala.

Aclarar las expectativas. Definir lo que espero de ti y lo que esperas de mí. Afecta a la comunicación y confianza. Es curioso que uno siempre oscila entre la angustia del rechazo y el tedio de la aceptación. El ser humano es un péndulo entre el dolor y el aburrimiento. Parece como si nunca pudiera estar contento y satisfecho con su situación actual. Vivir consiste en aceptar la falta y sobreponerse a lo perdido.

Integridad personal. Veracidad es adecuar nuestras palabras a la realidad. Integridad es adecuar la realidad a nuestras palabras (mantener promesas y satisfacer expectativas). Aunque de todos es sabido que lo que hacemos afecta a los otros, lo que no hacemos también afecta a los otros. No basta con arrepentirse del mal que se ha causado, sino también del bien que se ha dejado de hacer.

Saber disculparse. Base de la humildad y el perdón. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Simplemente significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enfado.

En el mundo empresarial cuesta entenderlo. Vamos siempre muy deprisa. Y suelen ser éstos los que hacen mucho, pero no hacen bien. Los que corren mucho pero sin orientación ni camino. Los que hablan mucho pero nunca escuchan. Los que eligieron el amor al poder en lugar del poder del amor.

Y mal se suele acabar por ese transcurrir vital. Al final, uno puede acabar en la depresión. La depresión es la agresión vuelta contra uno mismo, pero que todos acabamos pagando.

Decía Gandhi que la paz no se hereda en los cromosomas.

Es nuestra obligación, generación a generación, trabajar para dejar un legado a los que nos siguen no sólo de paz, sino de generosidad, esfuerzo, entrega, honradez, servicio …

Eso no se hereda ni se transmite a no ser que lo enseñemos desde el amor y la constancia.

Amen. Será mejor para usted y para ellos.

José Pomares

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