Hay dos reflexiones en el ámbito empresarial (y humano) que desde la primera vez que las escuché me hicieron no solo pensar sino aplicar a mi entorno vital. La primera de Steve Jobs que reza así “No tiene sentido contratar a personas inteligentes y después decirles lo que tienen que hacer” y la segunda, como refuerzo de la primera, de Warren Buffet “Contrata a los mejores y déjales hacer lo que saben, si no, contrata a los más baratos y que hagan lo que tú dices”.

Vienen las citas al caso porque frecuentemente me estoy encontrando con serios problemas en las empresas en las que a los directivos o mandos intermedios con poder les cuesta asumir que su primera obligación es hacer crecer a su equipo. Que no es lo mismo alumbrar (que tiene como fin iluminar el camino a los demás con una visualización creativa que implica creer para crear) que deslumbrar (que va más relacionado con una escenificación del ego donde lo que importa es dejar claro que soy yo el que está lleno de luz y quiero que los demás lo vean y me aplaudan)

Y luego pasa lo que pasa. Ya decía mi admirado San Agustín “Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan”.

Mire señor/a empresario/a. Si quiere poner a alguien al frente de un equipo, explíquele que la paradoja del liderazgo es que para mandar hay que ponerse al servicio de los demás. Que liderar no es mandar sino saber servir y dirigir a los demás con propósito y amor.

Brian Bacon nos cuenta esta maravillosa historia. En 1991 se celebró en San Francisco un gran evento sobre liderazgo y cambio. Todos los grandes nombres del momento, los gurús, estaban presentes como oradores. Y al acabar el evento en una escala de 1 a 10 las valoraciones de todos ellos eran muy altas, entre 8 y 10. Pero había una persona que habían obtenido un promedio superior a 10; algunos asistentes le habían dado un 15 y hasta un 20. ¿Quién era esa persona? La Madre Teresa.

Estaba en San Francisco por otro motivo y los organizadores vieron la oportunidad de invitarla a participar en el evento de liderazgo y cambio para que, como una de las grandes líderes mundiales del momento compartiera su punto de vista sobre el liderazgo y el cambio. Y allí que se presentó ella y su conferencia duró solo dos minutos.

De hecho habló menos tiempo, porque al entrar en el enorme escenario esa mujer pequeña, de tez cetrina y enfundada en su clásico hábito de monja permaneció quieta, serena y en silencio durante casi un minuto mirando con atención de lado a lado a los varios miles de asistentes.

Y tras ese impactante silencio dijo de modo pausado, humilde y contundente:

‘Yo no sé nada sobre liderazgo y cambio; pero si sé que si quieren ver cambio en sus organizaciones necesitan conocer y amar a su gente, porque si no conocen a su gente no habrá confianza, y si no hay confianza la gente no asumirá riesgos, y si no asumen riesgos no habrá cambio. Y deben amar a su gente, porque sin amor no habrá pasión, y si no hay pasión ellos no se sentirán poderosos, y si no se sienten poderosos no habrá cambio. Así que si quieren ver el cambio en su gente primero deben conocerlos y amarlos.’

Sin embargo parece que este simulacro de “jefes” prefiere actuar con el miedo. Y no se dan cuenta que el miedo siempre tapa y calla. Y que el amor abre y habla.

¿Amor en el ámbito empresarial? ¿Qué cursilería no? Bueno, sigan así.

Yo ahora prefiero centrarme en el afectado. ¿Y tú qué? ¿Qué vas a hacer? Me gustaría preguntarles a esos empleados que se ven afectados por tener un mal jefe o guía en la vida.

Hace poco escribí un artículo sobre la diferencia entre ganarse la vida, crearse su vida y celebrar la vida. Y no viene mal repetir ciertas reflexiones para afirmar convicciones.

Hágase la siguiente pregunta.

¿Qué prioriza en su vida, la cantidad, la calidad o la calidez?

Dependiendo de su respuesta anterior, vivirá para afuera, para adentro o atrayendo a la gente como un imán y, según su elección,  su actitud será acumulativa (obsesionado por el  tener), cualitativa (creciendo en su ser) o contributiva y colectiva (avanzando hacia el “somos”)

Si su decisión es vivir la vida bajo la primera respuesta (CANTIDAD)  la vida será un problema a resolver y no dependerá alcanzar la felicidad sólo de usted, ya que su meta se ceñirá a ganar para tener, mantener y no perder.

Siempre verá al prójimo como un competidor y rival con una búsqueda permanente de su exclusivo beneficio, aunque sea a costa del otro y no cesará de dar consejos a los demás hablando con autoridad y creyéndose dueño de lo que tiene y ha conseguido.

Y dando prioridad siempre a lo urgente ya que podría perder los trenes que pasan por su vida.

En definitiva, acabará con una patología del individualismo y egoísmo  y un concepto de la soledad como aislamiento.

Pero le será difícil alcanzar la felicidad. Usted querrá, pero dado que la vida es un problema a resolver serán los otros (familia, jefes, compañeros, amigos…) a los que culpará por no alcanzarla pues siempre le molestarán en su empeño por obtenerla. Y se limitará a ganarse la vida.

Seguimos. Si su respuesta a la pregunta era con CALIDAD, se habrá producido un gran avance.

La vida será ahora una oportunidad para crecer, y su meta dar y recibir con el fin de aprender.

Verá ya al prójimo como un compañero, tratando de obtener un bien común y no dando consejos sino compartiendo experiencias.

Comenzará a hablar con humanidad a sabiendas de que lo que posee no le corresponde como  dueño, sino más bien como administrador de lo que tiene y ha conseguido. Y dará prioridad siempre a lo importante.

Su actuar pasará de ser individualista a comunitario y los momentos de  soledad le valdrán para un crecimiento personal, poniendo sol a su edad, sea la que sea.

Y su felicidad no será ya tener o alcanzar mucho o más cosas sino ser mejor persona enriqueciendo a los demás con su propio crecimiento personal. Será el creador de su propia vida.

Podríamos pensar que con esto ya es suficiente.

Pero me gustaría reflexionar qué pasa cuando optamos por la tercera de la respuesta, elegir la CALIDEZ.

En este supuesto, la vida pasa a ser un continuo misterio a descubrir.

Todas aquellas personas que aman lo que hacen acaban siendo investigadores de su tarea. Los que lo hacen porque no les queda otro remedio, simplemente llegan a ejecutores.

Empezará a celebrar su propia vida. Y la meta es hacer especial todo lo que hago, no hacer cosas especiales. El amor estará siempre presente y a cada momento, irradiando e iluminando el camino a los demás, no brillando su ego con luz propia.

Es en ese momento cuando el otro pasa a ser un hermano, y lo que le pasa a él, me pasa a mí.

Su búsqueda será un continuo crecimiento interior. Y no es ni fácil ni cómodo.

Y pasará de dar consejos o compartir experiencias a ser ejemplo para los demás, logrando la integridad y coherencia entre lo que piensa, lo que siente y como actúa.

Es ahora cuando los valores se encarnan dentro de usted y pasan a ser virtudes, llevándolas a cualquier sitio y la generosidad, el agradecimiento y la gratitud pasan a ser sus compañeros de viaje.

Y de dueño o administrador entenderá que somos co-creadores de nuestra vida y de las que nos rodean, poniéndonos a su servicio y estando presente aquí, ahora y en este momento de las actuaciones que realice, con una actitud contributiva con el fin de ayudar al crecimiento personal de su entorno.

La soledad será ahora un maravilloso momento elegido para encontrarse con uno mismo no mirando hacia arriba, abajo, derecha o izquierda sino dentro de su ser.

Y habiéndose respondido a las preguntas de quien soy, para qué estoy y adónde voy, llegará a la comprensión de su ideal y misión en la vida.

Estas reflexiones del crecimiento personal para el desarrollo profesional y a la pregunta de ¿Y tú qué? me ha animado a crear un proyecto de vida empresarial para profundizar en el desarrollo de las personas con el fin de que den lo mejor de sí mismas también en el ámbito empresarial.

De ahí que hoy nazca “YtuKe Desarrollo Personal” (siempre hay que ponerle algo de marketing a la vida). Si les interesa, tendrán noticias de las actividades. Y será un placer contar con usted y con su empresa.