Recientemente hablé con un empresario que requería mis servicios. Me exponía que estaba preocupado porque su gente no se siente comprometida con su empresa y que tenía que lograrlo.
Ante lo cual, le comenté lo siguiente ¿y qué gana tu gente si se compromete con tu empresa?
Noté cierta cara de extrañeza en mi pregunta máxime cuando esperaba de mí, por mi trabajo y trayectoria profesional, que le diera un sí rotundo y que le animara a empezar mi labor cuanto antes.
No te acabo de entender, Pomares, me dice con tono interrogativo.
Le pido que se ponga en la siguiente situación. Imagínate, le digo, que llevo 12 años con mi pareja y le pido que se case conmigo. ¿Por qué? Me responde ella. Y yo le contesto que en un informe de una prestigiosa universidad he leído que los hombres casados viven 5 años más que los solteros.
Te aseguro, le digo, que mi ficticia pareja no iba a reaccionar con el pretendido “sí quiero”. Es más, como no niego que me superaría en destreza, me diría… “y si en ese informe pone que los hombres con dos mujeres viven 10 años más… ¿te casarías conmigo y con otra? ¿O si concluye el maldito informe que los viudos llegan a vivir 15 años más que los solteros te casarías conmigo para matarme?
Siguiendo el mismo razonamiento, si me pides que me comprometa al 120% con tu empresa sin hablar de mis mejoras, sino porque así tú ganarías más dinero como empresario, tendrías mejores coches, casas o vivirías mejor, creo que es difícil que logres en mí el pretendido compromiso.
Tienes que explicarme mejor el compromiso para que de verdad me enamore. Y tengo que demostrar que van a ganar el propietario, el empleado y el cliente.
Yo me dedico, entre otras cosas, a vender cursos. No es lo mismo decir “te quiero vender un curso estupendo, con nuevas temáticas, metodología moderna, transparencias siguiendo la última tecnología”, que por otro lado es lícita la exposición, que relatarte que mis cursos hacen florecer lo mejor de las personas, no solo en el entorno profesional sino en el personal, logrando sacar la mejor versión de cada uno para que a través de su desarrollo personal logremos también un crecimiento profesional en bien común de la persona y la empresa. Suena mejor, ¿verdad? Saque el foco del producto a las personas.
El compromiso, como la entrega, no se puede exigir. Se regala y se conquista día a día. Y la mejor arma es el ejemplo. Y contagiar de emociones a su gente.
En 1963 el presidente John Fitzgerald Kennedy visitó la NASA.
Un año después de anunciar a la nación que antes del final de la década un estadounidense caminaría por la Luna, quería comprobar los avances que se habían realizado en esos meses.
Los responsables de la Agencia diseñaron un trayecto que permitiera al presidente conocer bien las instalaciones, y en todos los departamentos que visitó saludó al personal y se interesó por sus funciones.
Así, conoció a ingenieros y astrofísicos que le contaron cómo diseñaban piezas de motor o realizaban cálculos de trayectorias en el espacio.
Todos ellos tenían una tarea asignada y la describían lo mejor posible.
Entonces, cuando iban por un pasillo, la comitiva pasó al lado de un empleado del departamento de limpieza. Kennedy, como buen político, se paró, le saludó al igual que había hecho con los demás y le preguntó:
– ¿A qué se dedica usted?
El hombre, con orgullo, respondió:
– Señor presidente, yo estoy ayudando a poner a un hombre en la Luna.
Un gran amigo me contaba una anécdota ocurrida en una simple comida familiar. Había ido con los suyos a comer a un restaurante. Tardaban, no les atendían, mal servicio,… lo que todos sabemos y nos ha pasado alguna vez. Al llegar, por fin, el propietario a tomarles nota, mi amigo se levantó de la mesa junto con su familia para irse. El propietario le inquirió que no podía hacer otra cosa y que la comida estaba muy buena. Ante lo cual mi amigo le respondió “yo no vengo a un restaurante a alimentarme. Eso lo hago en mi casa. Vengo a tener una gran experiencia con mi gente y todo ello empieza con un buen servicio”.
Qué razón tenía. Se nos olvida que las sensaciones positivas o negativas son puramente emocionales, no racionales. Nos quejamos siempre de lo que no podemos hacer, no de lo que hacemos mal.
Vivimos en un mundo de permanentes conflictos. Pero estos son naturales como el discurrir del agua en un río. El 10% de los conflictos se debe a una diferencia de opinión y el 90% a un tono de voz equivocado.
Tratar con la gente es, probablemente, el mayor problema que se afronta, especialmente si se es una persona de negocios.
Demuestre respeto por las opiniones ajenas. Jamás diga a una persona que está equivocada. Una persona convencida contra su voluntad sigue siendo de la misma opinión. Y se pueden ganar más amigos en dos meses interesándose por los demás que en dos años intentando que los demás se interesen por nosotros. Así funciona el negocio de la vida.
Si hay un secreto del éxito de las relaciones personales, reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del otro y ver las cosas desde ese punto de vista, desarrollando tolerancia y entendimiento. No hay nada más halagador para otra persona que saber escucharla con atención exclusiva donde el silencio es activo. Todas las personas cordiales, que caen bien, han hecho de escuchar un arte.
Y entrénese para huir de los enfados. El enfado es un mecanismo de defensa. Si estás a la defensiva es porque tienes miedo. Cuando alguien te enfada es porque internamente estas diciendo « lo que tú piensas de mi me importa más que lo que yo pienso de mí mismo»
El otro día leí de una buena amiga una frase de Wayne Dyer que definía perfectamente lo que hablamos “Lo que piensen de mí, no es asunto mío”
Las cosas no cambian, cambiamos nosotros. Y no te refugies en el «es que yo soy así» para no pasar a la acción. Y salir de tu zona de confort. Tenga en cuenta que los grandes amores y las grandes realizaciones conllevan grandes riesgos. Vivir es apostar por lo que uno desea y arriesgarse a que sucedan cosas. Sobrevivir es aferrarse a lo seguro y a que no ocurra nada interesante.
Lo cual no significa que vayamos a ganar. Pero cuando pierdas, no pierdas la lección. El cambio solo es posible desde la aceptación, nunca desde la negación. A lo que te resistes, persistes: lo que aceptas, se transforma. La aceptación es un puerto de salida, la resignación es un puerto de llegada.
El secreto del éxito no es tratar de evitar los problemas ni deshacerte de ellos. Tampoco acobardarte ante ellos. El secreto es crecer tú de forma que seas más grande que cualquier problema.
Como decía Gandhi, la persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero. Todo se produce de dentro hacia fuera. La vida es como un espejo, te sonríe si la miras sonriendo.
Y, recuerde, todo lo que tu abandonas, te acaba abandonando a ti.